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Published on mayo 9th, 2016 | by EcoPolítica

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Crónica de la mesa redonda «Cambio climático y Acuerdo de París: perspectivas para el futuro»

Por Juan Carreira Guillán, Sofía Cortés Canda y Alba Pérez Pérez
(integrantes de Ágora Revista Online)

Artículo publicado en la web de Ágora Revista Online
Publicado con el consentimiento expreso de dicha revista

Con motivo del número de marzo sobre cambio climático, Ágora Revista Online organizó el pasado 21 de abril, con la colaboración de EcoPolítica, una mesa redonda en torno a la cuestión del cambio climático y la reciente firma del Acuerdo de París. El debate congregó a cuatro expertos provenientes de diferentes ámbitos, que fueron abordando el tema propuesto desde distintas perspectivas: científica, legal, activista y política.

Abrió la conferencia Jonathan Gómez Cantero, geógrafo y climatólogo miembro del International Panel on Climate Change (IPCC) de la ONU, situando el escenario frente al que nos encontramos, un planeta donde las amenazas no paran de batir récords. Este climatólogo expuso, de manera ilustrativa, la correlación entre el incremento de la temperatura y la acumulación de gases de efecto invernadero. Además del deshielo de los polos, Gómez Cantero hizo referencia a un efecto menos conocido, el derretimiento del permafrost -hielo presente en la parte más profunda del suelo-, que se trata de otro fenómeno alarmante ya que provoca la liberación de metano, uno de los principales gases de efecto invernadero.

En su intervención, Gómez Cantero continuó enumerando las consecuencias del aumento de la temperatura. Entre otros: el incremento de olas de calor y de las noches tropicales –cuando la temperatura mínima no desciende de los 20ºC- con las consiguientes alteraciones en el descanso nocturno y sus efectos perniciosos para la salud; la llegada de mosquitos tropicales a nuevas latitudes favoreciendo la expansión de enfermedades; el aumento en número e intensidad de los huracanes, que se forman, incluso, en el Mediterráneo («Medicane», que viene de Mediterranean Hurricane). Por último, entró a valorar el acuerdo alcanzado en la Cumbre de París, cuya firma se produjo el pasado 22 de abril, conmemorando el Día de la Tierra.

Como ya indicó en este artículo, la ambigüedad y la falta de fuerza vinculante del Acuerdo de París lo convierten, en su opinión, en un acuerdo muy poco ambicioso. Concluye que parece dejarse todo en manos de una tecnología futura que absorba todas las emisiones contaminantes. Subrayó que no se ofrecen soluciones al excesivo consumo de combustibles fósiles ni se menciona su abandono. Tampoco se ofrece suficiente regulación del Fondo Verde que se plantea en el acuerdo, que debería estar dotado de 1.000 millones para los países menos desarrollados que lo necesiten o que sufran consecuencias negativas del cambio climático. Serán los países desarrollados los que decidirían cuánto aportan y a qué debe destinarse.

A continuación, tomó la palabra Rosa Fernández de Egea, profesora de Derecho Internacional Público en la Universidad Autónoma de Madrid, quien ahondó en los aspectos más controvertidos del Acuerdo desde el punto de vista legal. En primer lugar, recordó que la firma del 22 de abril es un primer paso de cara a su aprobación, pero que el mismo no será vinculante hasta que sea ratificado por al menos 55 países que representen el 55% del total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (artículo 21 del Acuerdo). Tan solo algunos pequeños Estados han ratificado el acuerdo el mismo día de la firma, como Nauru, Samoa, Palestina o Barbados.

Apuntó que el objetivo primordial del acuerdo es, tal y como se establece en su art. 2: “mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2ºC y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.

Fernández Egea prosiguió diciendo que a la hora de analizar las obligaciones a las que se someten los Estados firmantes, vemos que la única que existe es la de comunicar a la secretaría de medio ambiente de la ONU, de manera periódica, qué medidas se plantean y se están poniendo en práctica para reducir las emisiones de gases. En el caso de los países que aporten dinero al Fondo Verde, deberán indicar qué ayudas han aportado, del mismo modo que los receptores deben confirmarlo con la debida justificación de la finalidad que se le ha dado.

En cuanto a la mitigación de la emisión de gases de efecto invernadero, al igual que a Gómez Cantero, le resultó llamativa la ausencia de referencias a medidas concretas a aplicar ni de en qué porcentaje se deben reducir, al contrario del protocolo de Kioto, que establecía reducciones cuantitativas. La profesora Fernández sostuvo que se habían «nacionalizado» estas obligaciones a cambio de lograr que algunos de los países más contaminantes, como China, Rusia, Estados Unidos o Brasil se sumen al acuerdo. La aplicación de esta fórmula, advirtió, dará lugar a evidentes asimetrías que dificultarán la evaluación de los resultados de cada país, puesto que una metodología impedirá que los resultados sean comparables. Con un sistema de control internacional, basado en la transparencia y la rendición de cuentas, las organizaciones y expertos deberán ir haciendo un seguimiento de los progresos de cada país.

En resumen, la experta en Derecho internacional valoró de manera positiva lo ambicioso del acuerdo y su aspiración a integrar en él a todos los países. Además, apuntó que la revisión quinquenal es obligatoria y sus objetivos sólo pueden ser revisados al alza. Sin embargo, recordó que su contenido jurídico es escaso, prevaleciendo las buenas intenciones sobre las obligaciones, el mensaje que se transmite es insuficiente: debería incidir en la importancia de cambiar de sistema productivo y de consumo actual. Teniendo en cuenta que no se mencionan las energías renovables ni los combustibles fósiles y que no es de aplicación hasta 2020 la profesora se preguntó: ¿tenemos tiempo?

El tercero en intervenir, Luis González Reyes, miembro de Ecologistas en Acción, aportó una visión más pesimista, que es ampliamente compartida por el movimiento ecologista. Su crítica partió del límite de 2ºC  de aumento de temperatura establecido en el acuerdo, como margen de seguridad, puesto que no existe una relación matemática directa entre el aumento de emisiones de gases y la subida de temperaturas. Si se producen «bucles de retroalimentación positiva», la temperatura podría dispararse sin que sea posible contrarrestar sus efectos y todo ello, aunque se produzca un progresivo agotamiento de los recursos fósiles, según apuntó el activista. Este doctor en Ciencias Químicas se cuestionó si no estamos ya condenados y si aún tenemos tiempo como para poder postergar la aplicación del acuerdo hasta 2020.

El mensaje que lanza el acuerdo de Paris lo resumió González Reyes como «que cada cual haga lo que quiera». Criticó que no se ataque el fondo del problema: «ni se plantea un cambio de modelo productivo ni hay un compromiso de rebajar las emisiones» afirmó. Continuó diciendo que se siguen permitiendo la compraventa de emisiones en lugar de impedir este fraude ecológico y se apuesta por la geoingeniería.

Luis González también recordó que existen alternativas al «círculo endemoniado del capitalismo»: cooperativas de consumo de energía renovables, grupos de consumo, asociaciones que promueven las economías no carboníferas… «El cambio solo depende de nosotros. Debemos cambiar nuestra rutinas, nuestro modo de consumo», concluyó.

La última ponente en hablar fue Rosa Martínez, diputada de Podemos Bizkaia y coportavoz de Equo. Comenzó su intervención preguntándose por la política climática en España, ya que reprochó que ésta siga estando ausente de la agenda política y mediática. Martínez explicó que cuando es abordada por los medios de comunicación,  en las contadas ocasiones en que se hace, se ofrece una visión exclusivamente científica que la aleja de la vida cotidiana de los ciudadanos y recuerda que durante la campaña electoral fue una cuestión olvidada, pese a que la cumbre del clima de París hubiera tenido lugar durante las semanas previas a los comicios.

Como representante de la vida política y miembro de la comisión de cambio climático, Rosa Martínez apostó por el acuerdo del clima a pesar de sus defectos. La coportavoz de Equo argumentó que su legitimidad favorece la adopción de medidas de carácter ecológico que en otras circunstancias serían considerablemente impopulares. De esta forma, la diputada recordó que el ayuntamiento de Madrid se ha apoyado en este acuerdo para su propuesta de prohibir la circulación de coches diésel por el centro de la ciudad.

Rosa Martínez también incidió en los efectos indirectos del cambio climático, que contribuyen a la desigualdad de género y provocan un elevado número de migraciones y desplazamientos masivos de población. En esta línea, criticó que la firma de acuerdos como el TTIP supone una incoherencia con respecto al de París, pues ponen en peligro los actuales estándares ambientales.

La diputada terminó su ponencia con una importante consideración: la lucha contra el cambio climático debe reunir muchas políticas, de manera transversal y multinivel. De hecho, insistió en que «se debería incorporar la perspectiva climática en todas las políticas, de modo que se conozcan los costes ambientales de toda posible actuación de los poderes públicos».

Tras un breve coloquio con el público, se puso punto y final al acto. Los cuatro ponentes coincidieron en la necesidad de actuar de manera coordinada lo antes posible. No se puede garantizar que el daño ya ocasionado se pueda reparar pero sí se puede evitar que se siga destruyendo el planeta para que las generaciones futuras puedan disfrutar de un medio ambiente sostenible. Se necesita una población concienciada para hacer un mundo habitable para todos.

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