Economía

Published on septiembre 8th, 2015 | by EcoPolítica

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El crecimiento no es la respuesta a la desigualdad

Por Tim Jackson

Artículo publicado en The Guardian el 13 de marzo de 2015
Traducido al castellano para EcoPolítica por Ignacio Fresco Vanzini [1] y Sara Pastor Alonso [2]

¿No sería maravilloso si nuestros políticos se centrasen en las cosas que de verdad importan, como el tipo de sociedad en la que queremos vivir, en vez de pelearse por el formato de los debates televisivos y sus “sillas vacías”? [3] ¿Por qué no pueden parecerse un poco más, por ejemplo, al actor Michael Sheen, cuya arrolladora defensa de los valores públicos se hizo viral tras su discurso en favor del Servicio Nacional de Salud?

Lo más cercano a ese tipo de pasión fue la moderada denuncia de Ed Miliband de los peligros de la desigualdad. “Luchar contra la desigualdad debe ser el nuevo terreno de los políticos”, clamó el líder laborista en su discurso “Hugo Young” del mes pasado, donde citó el discurso del Estado de la Nación del presidente Obama, la elección del nuevo alcalde de Nueva York Bill de Blasio, y al Papa Francisco.

Este aumento del interés político en la desigualdad parece estar más bien motivado por la cautela que por la ética. Miliband se da prisa en señalar que la desigualdad “ralentiza el crecimiento de nuestra economía”, recurriendo a unos argumentos un tanto confusos sobre los méritos relativos de la igualdad y la desigualdad. La idea de que luchar contra la desigualdad nos llevará a más crecimiento es sin duda confortante para aquellos que creen que el crecimiento económico es la respuesta para todo – incluida la desigualdad.

Pero este pensamiento oportunista ignora el hecho de que algunas de las medidas que estamos adoptando para promover el crecimiento, como la «financiarización» de la economía [4] y las políticas de austeridad, están empeorando velozmente la desigualdad salarial. Un reciente informe de la NEF (New Economics Foundation) denomina a la financiarización y desigualdad una “peligrosa mezcla”, mientras que Yanis Varoufakis, el llamativo nuevo Ministro de Finanzas griego, ha descrito la austeridad como una forma de “ahogamiento fiscal”. Caben pocas dudas de que el éxito de Syriza en Grecia o de Podemos en España son señales de un creciente descontento sobre las enormes desigualdades, continuamente justificadas en aras de la recuperación económica.

Pero aquellos que como yo temen que la constante persecución del crecimiento económico en un planeta finito pueda no ser posible ni deseable, nos enfrentamos ahora con un desafío de distinta índole, planteado por Thomas Piketty en su libro de 700 páginas “El Capital en el Siglo XXI” [5]. La asombrosa popularidad del “economista estrella” es en sí mismo un rotundo testimonio de nuestra preocupación por la desigualdad.

Pero su minucioso análisis nos revela una historia incómoda. Piketty basa los motivos del aumento de la desigualdad simple y llanamente en la disminución de las tasas de crecimiento. Como Benjamin Friedman en “Las Consecuencias Morales del Crecimiento Económico”, Piketty da a entender que sólo el crecimiento económico puede traer civismo, en parte porque una economía en expansión permite cierto nivel de inclusión de los más pobres en la sociedad, sin demasiado sacrificio o compromiso de los más ricos.

Para aquellos de nosotros que estamos menos que convencidos de las bondades del crecimiento a toda costa, la idea de que sólo el crecimiento económico puede salvarnos de una desastrosa desigualdad plantea algunos retos muy serios a nuestros esfuerzos. Lo suficientemente serios como para que, dos de nosotros – mi compañero canadiense el profesor Peter Victor y yo – decidiésemos dedicar un poco más de tiempo a analizar los argumentos de Piketty.

Lo que descubrimos fue fascinante. La hipótesis de Piketty sólo se puede sostener cuando la tasa de crecimiento, de ahorros y de rendimiento de capital, se mantienen fijas durante largos periodos de tiempo. Pero cuando éstas varían, como normalmente sucede, la economía trata de perseguir siempre un equilibrio que nunca llega. En algunos casos Piketty está absolutamente en lo cierto: la disminución del crecimiento económico puede contribuir a un crecimiento de la desigualdad. En otros, lo exactamente opuesto puede suceder: el decrecimiento económico puede, de hecho, ser compatible con una mayor igualdad.

Si estas son definitivamente buenas noticias, aún más sorprendentes fueron las circunstancias que hicieron esta diferencia posible. Resulta que si nos ponemos serios sobre reducir la desigualdad, debemos prestar atención a la calidad – y también a la cantidad – laboral en nuestra economía. La pérdida constante de calidad en la vida laboral en pos de beneficios productivos para los propietarios del capital no sólo es perjudicial para la prosperidad, sino que resulta hostil para la justicia social.

Si el debate sobre la desigualdad vuelve a estar realmente en la agenda política, parece importante que lo enfoquemos con sensatez, sin recurrir a medias-verdades consoladoras. Está por ver de qué manera esto va a jugar un papel importante en un debate político que se encuentra sumido en trivialidades.

Notas

[1] Ignacio Fresco Vanzini es licenciado en Derecho y Políticas, especializado en Derecho Europeo a través de la European Law School en Maastricht. Coordina el área de “Energía y Medio Ambiente” en EcoPolítica, junto a Verónica Juzgado.
[2] Sara Pastor Alonso es licenciada en Derecho y Políticas, especializada en derechos humanos a través del Máster Europeo en Derechos Humanos y Democratización. Coordina el área de “Un Mundo con Derechos” en EcoPolítica.
[3] El concepto de “silla vacía” (empty chair) se hizo famoso en Gran Bretaña tras la falta de acuerdo de los partidos políticos británicos sobre la estructura de los debates políticos televisados. La falta de acuerdo hizo que el Primer Ministro, David Cameron, se negase a asistir al debate.
[4] La financiarización es un término sobre el capitalismo financiero que se ha desarrollado durante las últimas décadas, en el cual el capital y los mercados financieros han tendido a dominar sobre la economía industrial y agrícola tradicionales. Financiarización es un término que describe un sistema o proceso económico que intenta reducir todo el valor intercambiado a un instrumento financiero. El propósito original de la financiarización es lograr reducir cualquier producto del trabajo o servicio en un instrumento financiero intercambiable, como una divisa, y así hacer que sea más sencillo para las personas comercializar estos instrumentos financieros.
[5] Thomas Piketty es un economista francés especialista en desigualdad económica y distribución de la renta. Es autor del libro publicado en 2013 en francés Le Capital au XXIe siècle (El Capital en el siglo XXI) en el que expone cómo se produce la concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. En el libro, Piketty sostiene que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, entonces la desigualdad aumenta. El autor propone, para evitar lo que denomina un capitalismo patrimonial, los impuestos progresivos y un impuesto mundial sobre la riqueza con el fin de ayudar a resolver el problema actual del aumento de la desigualdad.

Para saber más

Recomendamos el artículo de investigación «Does slow growth increase inequality?» de Tim Jackson y Peter Victor (Passage, 2014).

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