Economía

Published on septiembre 16th, 2015 | by EcoPolítica

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La carencia ecológica de Piketty

Por Dirk Holemans [1]

Artículo publicado en el Green European Journal el 17 de agosto de 2015
Introducción realizada por 
Rafael del Peral Pedrero [2]
Traducido al castellano para EcoPolítica por Rafael del Peral Pedrero

I. Introducción: cuando se acaba el camino…

Cuando le das un camino a un productivista, el camino se acaba pero el productivista sigue andando. Pocos dichos podrían ser tan útiles para describir la insistencia que ha descrito el pensamiento económico tradicional, obsesionado con el crecimiento económico hasta extremos absurdos, escuchando argumentos relacionados con el aumento del nivel de vida, la igualdad e incluso se ha argumentado que reduce el deterioro ambiental.

Si esto es así, la fórmula mágica de Piketty, íntimamente relacionada con fomentar el crecimiento, no tendría inconveniente alguno, pero ¿realmente hemos profundizado en éstos argumentos? ¿Aumenta el nivel de vida del conjunto de la sociedad, o únicamente aumenta la capacidad adquisitiva de aquellos con mayor nivel de renta, ahondando la huella ecológica que el Norte global ya produce? ¿Aumenta la igualdad globalmente, o más bien va acompañada de la perpetuación de las desigualdades en otras regiones del Planeta, donde se extraen y fabrican los productos que consumimos? ¿Reduce el crecimiento la huella ecológica, o dado que el transporte de las mercancías no atribuye la huella ecológica a ningún país, conforme a lo establecido por las normas de la OMC, los países posindustriales aparecen como responsables del deterioro ambiental global, desmintiendo la otrora archicitada curva de Kuznets?

Éstas y muchas otras preguntas son las que ocultan la lógica del crecimiento, y que como ya hiciera Tim Jackson en otro artículo compartido en ésta misma web, Dirk Holemans refleja en el artículo que a continuación reproducimos con el fin de encontrar un nuevo camino que realmente nos sitúe en la vía de resolver los problemas ambientales y sociales que el S. XXI plantea [3].

II. La carencia ecológica de Piketty [4]

Pese a que proporciona información valiosa sobre el desarrollo de nuestro sistema económico a través del tiempo, el trabajo de Thomas Piketty sobre el capital aduce de un defecto fundamental: como tantos otros marcos económicos, ignora los límites de los recursos finitos de nuestro planeta -el hecho de que nuestro capital ecológico se está agotando rápidamente. Una nueva unidad de medida que tome esto en cuenta es una necesidad urgente.

Analfabetismo ecológico. Es un término que aprendí del autor británico Tim Jackson y que me ha sido muy útil desde entonces. Es particularmente útil en las discusiones con los economistas, pues mientras la mayoría de ellos crean que cualquier cosa, incluso los bosques centenarios, pueden ser sustituidos, siempre y cuando el dinero y la innovación estén al alcance de la mano, estaremos manteniendo un diálogo de sordos. Mientras tanto el mundo perece ecológicamente, pero ello se toma como un efecto colateral a corregir con más innovación tecnológica. Es más, ¿por qué no desarrollar una app en el proceso? El hecho de que nuestro planeta permanece finito mientras que la economía continúa creciendo no se ajusta al pensamiento de la mayoría de los economistas. Pero no se equivoquen, no obtengo ningún placer de descubrir esta clase de analfabetismo. Muestra, sin embargo, los enormes beneficios que se pueden lograr si los pensadores están dispuestos a mirar más allá de la acotación de su propio campo de estudio, y la oportunidad perdida si no lo hacen.

El libro de 2014, El Capital en el siglo XXI, es tanto destacable como decepcionante. Thomas Piketty encapsula su trabajo en la fórmula r>g. Si el capital produce una mayor tasa de interés r que el crecimiento económico g, la distribución desigual de la riqueza aumenta en correspondencia, desestabilizando en última instancia la sociedad. El autor también nos da una importante lección de Historia: en términos de igualdad, el siglo XX fue una excepción. El rendimiento percibido por los ricos en función de su capital ha disminuido sustancialmente. En los años dorados tras 1945, el crecimiento económico fue sumamente elevado, un cuatro por ciento durante un período de treinta años. Ello, en combinación con una fiscalidad progresiva, logró la mayor igualdad hasta entonces. Eran tiempos optimistas con el lema: el crecimiento es una marea que levanta todos los barcos, todos nos beneficiamos del aumento de la riqueza. Como sabemos, a partir de 1975 el crecimiento se desplomó mientras los gravámenes sobre el capital desaparecieron en gran medida. Así que estamos de vuelta al punto de partida, con un bajo crecimiento, enormes beneficios para los ricos, y una desigualdad en aumento. Y ahí es donde Piketty da la alarma.

Daño ecológico

Pero la solución que propone Piketty – hacer que el crecimiento sea mayor que el retorno sobre el capital invertido – está desfasada. Desde 1970 hemos estado consumiendo más cada año de lo que la naturaleza puede soportar. Cada año agotamos nuestro capital ecológico. Y aquí es donde aparece la carencia ecológica de Piketty. Es por eso que después de cuarenta años de crisis ambiental, es el momento para un nuevo lema: el crecimiento es una marea que desborda todos los diques. Y esa es la segunda campana de alarma de nuestro tiempo, la cual por desgracia Piketty no ha hecho sonar.

¿Para qué sirve la solución de Piketty si ignora la crisis ecológica? Bajar la r y elevar la g: reducir la tasa de interés sobre el capital y apuntar hacia el crecimiento económico clásico. Estoy de acuerdo con la primera, pero estoy sorprendido por la segunda. El economista explica rigurosamente lo que significa un crecimiento exponencial. Significa que el crecimiento de este año se añade a los valores con los que se calcula el porcentaje de crecimiento del próximo año. Piketty nos enseña que con un crecimiento del uno por ciento en una generación la economía crece en un tercio. Y, dice “[…] que es menos espectacular que un crecimiento anual del 2 al 2,5%, lo cual conduce a una duplicación en cualquier generación». Pero, ¿realmente pensamos que podemos añadir un tercio o doblar la cantidad de cosas que estamos produciendo sin causar un daño ecológico fatal?

Aquellos que, como Piketty, formulan una agenda de futuro, no pueden ignorar el desafío ecológico. La evolución del cambio climático es perjudicial para el Estado de bienestar. Y no ayuda cuando en su libro apenas se menciona el invariable deterioro del capital natural. En realidad, en Occidente estamos viviendo como si tuviéramos un capital ecológico que abarcase cinco Tierras. El reto que enfrentamos es duro: reducir el impacto de nuestra economía en un factor 10 [5]. Con el crecimiento pronosticado nos acercamos rápidamente a un factor 20, el cual nunca seremos capaces de reducir con el actual sistema económico. Los optimistas que desestiman esto como algo fuera de control haciendo referencia a la disminución de la presión ambiental en Occidente. Olvidan que cuando trasladamos la producción a China, la contaminación se trasladó con ella. Con la mera intención de facilitar el crecimiento suficiente y avanzar en la distribución de la riqueza, Piketty de hecho predice la gran catástrofe ecológica del siglo XXI.

¿Por qué adherirse al modelo actual de crecimiento planificado del PIB? Ha sido la creación de la desigualdad durante más de treinta años. Además, la ecología y la desigualdad están inseparablemente unidos. El modelo económico apoyado en nuestro estado de bienestar se basa en el agotamiento y socava las formas de vida de grandes grupos de personas en el mundo. Como la extracción de petróleo o la minería a cielo abierto, las cuales nunca aceptaríamos si se dieran en nuestro país. Para argumentar a favor de un crecimiento basado en el PIB en 2015 ya no es posible hacerlo desde un punto de vista global de la igualdad. Si nos fijamos en el número limitado de gases de efecto invernadero que se nos permite emitir a nivel mundial en el marco de las políticas climáticas, la voracidad de los países ricos sofoca las posibilidades de crecimiento de los países pobres, que ya saben que nunca van a lograr lo que hemos construido en Occidente, a menos que se den por vencidos en el planeta. En resumen, una estrategia de crecimiento global en un planeta con recursos finitos golpea más fuerte a los débiles.

Por suerte, hay aquellos que se mueven más allá de la teoría económica clásica e integran la ecología en su pensamiento. Un reciente estudio realizado por Jackson y Peter Victor muestra que con las políticas adecuadas la desaceleración del crecimiento iría acompañada de un aumento de la igualdad… ¡y una disminución de la presión sobre el medio ambiente! Las tasas impositivas progresivas juegan un papel, pero sobre todo en qué invertimos; ¿En la robotización para destruir más puestos de trabajo, o en servicios de mano de obra intensiva que ayuden a desarrollar la economía circular? Piensen por ejemplo en las redes de reparación necesarias en cada pueblo y ciudad, o el crecimiento de la agricultura de proximidad a nivel regional. ¿No es más inteligente invertir en puestos de trabajo dignos en lugar de poner el dinero en más y más producción llevada a cabo por cada vez menos personas, que además se ven sometidas a jornadas agotadoras?

Necesitamos otra medida para reemplazar el crecimiento del PIB, aumenta cuantos más accidentes de tráfico hay o más basura tiene que ser eliminada de nuestro medio ambiente. Una mejor medida sería el Índice de Bienestar Económico Sostenible. Y es que en Flandes, una de las regiones más ricas del mundo, incluso ha disminuido ligeramente en comparación con 1990. Una extraña paradoja: trabajamos más duro, consumimos más, y nosotros no nos estamos beneficiando, mientras la calidad medioambiental empeora sin cesar.

Otra tarta

Al optar por el crecimiento clásico Piketty respalda el productivismo: si la tarta se hace más grande, es más fácil dar una mayor participación a los que ganan menos. En consecuencia, el reto de la socialdemocracia del siglo XX queda actualizado para el siglo XXI. Pero cuando las funciones de crecimiento no dan una alternativa a la distribución equitativa de la riqueza, la cuestión de la igualdad queda postergada. Se convierte así en el reto del siglo XXI hornear una tarta diferente, no más grande, pero mejor. Lo que es más: ¿quién puede hornear este pastel? La fórmula r>g sólo es problemática si la mayor parte de la capital sigue en manos de un pequeño grupo. Los que toman las decisiones económicas esenciales obtienen la mayor parte del pastel. Hay una alternativa viable si invertimos conscientemente nuestros ahorros y pensiones y construimos una economía sostenible incrustada [6] localmente. Las cooperativas ciudadanas en el campo de las energías renovables lideran el camino. Los objetivos sociales y ecológicos van de la mano con los objetivos económicos, incluido un rendimiento razonable por cada accionista. Cuantas más personas disfruten de la rentabilidad del capital (r), mucho menos dramático será un pequeño crecimiento (g).

Puede sorprender a muchos, pero a pesar de mi crítica soy un fan de Piketty. Él muestra nuestra sociedad claramente al borde del acantilado de la inestabilidad social. Y una sociedad más igualitaria es también una necesidad ecológica, pues la desigualdad aumenta el consumo. Y su agenda es clara: introducir un impuesto sobre el capital, poner fin a la competencia fiscal entre los países e intercambiar los datos fiscales. Al mismo tiempo, Piketty acepta la vieja idea del productivismo, según la cual la tarta crece y crece. La nave de Piketty acabará chocando con el acantilado ecológico: exceder los límites ecológicos será estructuralmente desestabilizador para las sociedades. En alguna región esto puede ocurrir en forma de escasez de agua -California, por ejemplo- mientras en regiones costeras densamente pobladas tendrán que hacer frente a la crecida del nivel del mar, teniendo como consecuencia el surgimiento de millones de refugiados climáticos en todo el mundo.

Es una tontería que los ecologistas rechacen el libro de Piketty. Sus conocimientos son indispensables en la búsqueda de la justicia ecológica. De ahí mi propuesta para Piketty: escriba un nuevo libro sobre el capital ecológico en el siglo XXI. Si no somos capaces de tener en cuenta el capital ecológico podremos ser capitalistas o socialistas, pero sin duda estaremos consumiendo nuestro futuro.

Notas

[0] La imagen del artículo está publicada en The Daily Beast. Su uso en la presente web no tiene ningún propósito comercial.
[1] Dirk Holemans es el coordinador del think tank verde belga Oikos y miembro de la Asamblea General de la Green European Foundation.
[2] Rafael del Peral Pedrero es estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid y co-coordinador del Área de Política y Sociedad de EcoPolítica.
[3] Con el mero fin de clarificar algunos conceptos económicos a los que hace referencia el autor del artículo se han añadido al del artículo las pertinentes aclaraciones de aquellos que el traductor ha considerado podían resultar menos familiares.
[4] Este ensayo es una versión muy abreviada de un artículo que apareció recientemente en Tijdschrift Oikos (en holandés) en oikos.be
[5] El concepto “factor” hace aquí referencia a los factores de estudio por parte de los análisis de impacto económico o economic impact analyisis (EIA), el cual examina los efectos de la actividad económica en una determinada región a través de diversos indicadores.
[6] La “economía sostenible incrustada” o embedded economy hace referencia al concepto de Karl Polanyi según el cual en las sociedades precapitalistas la economía se inserta en otras relaciones de las estructuras sociales y se basan en la redistribución y la reciprocidad, no habiéndose racionalizado a la lógica de mercado, con la cual se desliga de dichas estructuras para conformar su propio sistema.

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One Response to La carencia ecológica de Piketty

  1. Edda Madrid says:

    Como no soy experta en el tema económico pero me interesa, este artículo me ayudó a tener otra mirada y comprender mejor el tema tratado por Piketty y del cual he leido reseñas. Gracias por ofrecer el asunto de ecología.

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