Cultura Ecológica

Published on enero 18th, 2015 | by Javier Zamora García

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¿Por qué soy ecologista? El ecologismo y lo natural

Por Javier Zamora García [1]

I

Hace unos años, una serie de lecturas, amistades y experiencias me llevaron a la ideología que ahora conozco como ecología política. Desde ese lugar, me siento muy cercano y afín a ideas y palabras no demasiado conocidas en muchos de mis círculos como el decrecimiento, el altermundialismo, la obsolescencia programada o el ecofeminismo.  En muchas ocasiones, he tenido que explicar qué significaban, y en qué medida estaban relacionadas con mis valores y preocupaciones: conseguir una economía para las personas, señalar los límites al crecimiento, criticar  un consumo ciego y esclavo,  o denunciar la estrecha unión entre capitalismo y patriarcado.  En estos años, también me han interesado iniciativas como la lucha por la autosuficiencia energética o por la soberanía alimentaria; y me he interesado por movimientos como el llamado  Slow Food o incluso el Movimiento Slow en general. En muchas ocasiones, yo mismo me he preguntado: ¿qué es lo que une a todas estas cosas?

A simple vista, la tramposa asociación de ecologismo y ambientalismo llevaría a pensar que todas ellas buscan una relación diferente entre el ser humano y la naturaleza. A ello  parecería responder la preocupación por los límites del crecimiento, la reivindicación de formas de vivir más naturales o el prefijo ecofeminista. Parecería así que el ecologismo desea, sobre todas las cosas, proteger el medio ambiente.  Esto no es del todo así. Indudablemente una de las consecuencias de ser ecologista es buscar otra relación con la naturaleza, pero no solo porque nos importe la naturaleza. La  diferencia entre ecologismo y medioambientalismo ha sido muy bien explicada anteriormente [2], pero es un buen punto de partida para lo que quiero decir aquí.

Indagando un poco más, a veces aparece otra respuesta: todas estas iniciativas lo que buscan es una forma de vida más natural.  Dicho de otra manera, el ecologismo busca una economía más natural, formas de vida más naturales, y una sociedad que respete la naturaleza en su manera de estar en el mundo. A mi modo de ver, este enfoque es  una trampa para todas estas iniciativas. Y sin embargo, es una trampa tan habitual que incluso está presente entre los ecologistas. Yo mismo me he descubierto pensando de este modo.

Con las siguientes líneas, me gustaría poder llegar a desvincular la palabra ecologismo de la defensa de lo natural, así como vincular lo ecológico con dos ideas: una visión integral del mundo, y una poderosa defensa de la democracia construida desde la diversidad.

II

¿Qué es lo natural? Lo natural, para muchos de nosotros, es más un rechazo a que una defensa de.  No es natural comer fast food todos los días. No es natural relacionarse con los otros mediante unas Google Glasses o un chat de Whatsapp cuando tenemos al otro delante. No es natural trabajar 12 horas diarias y que el resto de la vida consista en recuperarse física y mentalmente del tiempo laborable. En última instancia, no es natural un sistema productivo que destruye la naturaleza y genera desigualdades, ni tampoco una economía que ignora los límites del planeta para el beneficio de unos pocos.

Pero, ¿qué es lo natural? ¿Por qué es más natural cocinar una paella que comprar un kebab? ¿Por qué un cocido nos parece más natural que una pastilla de comida sintética? ¿Por qué es más natural llevar unas gafas normales que unas Google Glasses? ¿Qué diferencia hay entre una operación cosmética, una prótesis y llevar un abrigo? ¿Lo natural no sería, más bien, comer alimentos sin cocinar, vivir a la intemperie y despreciar cualquier forma de tecnología? En otras palabras, ¿qué es lo natural y quién lo define, tanto en su contenido como en sus límites?

Entendamos que resolver esto tiene fuertes consecuencias políticas. El ecologismo pretende ser una ideología progresista, mientras que lo natural ha sido utilizado en muchas ocasiones para defender ideas conservadoras, incluso reaccionarias.  El aborto no es natural. Las máquinas no son naturales. La homosexualidad no es natural. La defensa de lo natural  coincide tanto en detener la destrucción de los bosques por parte de corporaciones que solo persiguen el beneficio económico de unos pocos como también en defender un modo de vida situado al margen de la historia (pensemos en los Amish) donde se viaja en carro, se cocina como antaño y los mayores eventos históricos son celebrar los matrimonios o salir al bosque a coger setas.  De hecho, de la mezcla de ambas ideas bien nacen por ejemplo los elfos y  hobbits de Tolkien, para quienes la vida sin cambios en el campo y la defensa de los bosques coinciden de forma automática [3].

Pero sobre todo, y al margen de fantasías luditas y utopías fantásticas, lo natural puede convertirse en el instrumento de políticas reaccionarias [4] en las que la idea de lo que es natural se cristaliza y se impone. Así,  cambios que muchos de nosotros despreciamos  –destruir el medio ambiente, convertir la vida en una cadena de producción, sucumbir al gobierno del beneficio y las grandes corporaciones– pueden resultar tan antinaturales para un ecologismo esencialista como muchos otros progresos que no estamos dispuestos a renunciar –el aborto libre, la diversidad de identidades de género, afectivas y sexuales, etc. En definitiva, definir lo que es en esencia el progreso y lo natural conduce a posiciones políticamente peligrosas.

¿Cuál es entonces la solución a esta unión tan peligrosa entre el ecologismo y lo natural? En otras palabras, ¿qué es entonces ser ecologista?

III

Lo que une al feminismo con la defensa del medio ambiente, al decrecimiento con la democracia, al movimiento Slow con las críticas al hiperconsumo no es la defensa de lo natural.  Lo que les une, más bien, es que todas estas iniciativas comparten una comunidad de valores distintos a los del capitalismo, el patriarcado y el productivismo. En otras palabras, el feminismo y la defensa del medioambiente rechazan al capitalismo, al patriarcado y al productivismo por ser sistemas que oprimen, agreden o destruyen a la mujer, al medio ambiente o a la propia vida. En ese sentido, los valores que comparten no son la defensa de otras formas de vida y sociedad más naturales, sino más respetuosas; y con ello,  los valores que acompañan: el respeto, el cuidado, la conciencia, la responsabilidad, el equilibrio…

El ecologismo, entendido así y colocado junto a todos sus aliados y proyectos, es la ideología del respeto, del equilibrio y del cuidado.   Una economía que cuide a las personas; un estilo de vida que cuide la propia vida; un ser humano que cuide a su planeta. Es mucho más una forma de relacionarse –cuidado frente a dominio– que una defensa de una idea cristalizada e inmóvil – lo natural frente a lo humano, lo natural frente a lo nuevo, lo natural frente a lo sintético.  Es aquí cuando se entiende que si el ecologismo busca otra relación con la naturaleza no solo lo hace por proteger a la naturaleza, sino porque busca otra forma de concebir al ser humano y sus relaciones.

Las consecuencias de ver al ecologismo como la ideología del respeto y del cuidado son múltiples, pero tres son principalmente importantes:

La primera es que al defender otro modo de relacionarse con las cosas, es imposible disociar al ecologismo de una visión integral u holística de los problemas. Si me relaciono de forma más respetuosa con los demás, debo también relacionarme de forma más respetuosa con el medio ambiente. Si me relaciono de forma más respetuosa con la mujer, lo haré también con otros pueblos e identidades. Si  me relaciono de forma más respetuosa con mi vida, debo hacerlo también con la vida de los otros. Es en  este sentido –y no en el que apunta el ambientalismo–, que la palabra ecológico tiene matices similares a los que tiene en la ciencia: se trata de lograr un equilibrio entre los diferentes elementos que cohabitan en un mismo medio –y por tanto, una sostenibilidad en sus relaciones–, concibiendo sus problemas de manera conjunta e implementando sus soluciones de manera integral.

La segunda de las consecuencias es que, en tanto que lo natural es un concepto estático y esencialista (define, en esencia, lo que es natural), el ecologismo es aliado de todas las corrientes que combatan al esencialismo y cuestionan de forma constante el concepto de lo natural, entre las cuales se encuentra la Teoría Queer. Ésta es la única manera de salvarse de sí mismo.

La tercera de las consecuencias es que el ecologismo no puede divorciarse de la democracia. El respeto, el equilibrio y el cuidado son conceptos dinámicos, no estáticos.  Una visión esencialista de lo que respetuoso –así como de lo que es natural, o equilibrado, o progresista– es un gran peligro para la democracia porque da lugar a tensiones autoritarias y potenciales totalitarios.  Lo que hoy es respetuoso con nuestros cuerpos, tal vez no lo era ayer ni lo será mañana, como bien pueden mostrarlo los estándares cambiantes de la medicina. Lo que hoy nos parece que cuida el medio ambiente, ayer no lo hacía y mañana no lo hará, como bien puede mostrarlo los estándares cambiantes sobre el impacto ambiental de las infraestructuras humanas.  Por tanto, los límites del respeto y del cuidado deben ser definidos de manera democrática, es decir, de una manera actualizable y revisable en el tiempo.  Pero también, actualizable en el espacio. Es decir, que para definir cómo respetar debemos contar con la contribución de todos los presentes a través de la diversidad de sus voces. Por ello, no solo los valores del ecologismo deben ser dinámicos, sino los interlocutores a los que apela para definirlos.

Es la voz de los que han sido tradicionalmente oprimidos  (las mujeres, los migrantes, los homosexuales, el medio ambiente) la que transporta los valores que han sido ignorados por el sistema y que ahora defendemos; y sin la voz de las nuevas identidades que están por venir –y la propia la evolución del término LGTBI+ muestra que aún quedan muchas por venir–  siempre correremos el riesgo de que aun siendo progresistas generemos en el futuro nuevas exclusiones y fronteras. Por eso el ecologismo no solo es aliado de la democracia como idea en abstracto, sino que necesita que esta democracia sea lo más efectiva, diversa, participativa  y profunda que pueda ser posible.

IV

Espero que estas líneas, que no pretenden ser ni exhaustivas ni eruditas sino más bien claras y sencillas, puedan arrojar algo de luz sobre qué podemos entender por ecologismo.  En este sentido, me interesa destacar la importancia de desvincular el ecologismo de la defensa de lo natural, pero también su vinculación con 1) una visión integral del mundo; 2) con los valores del respeto, el cuidado y el equilibrio; y 3) con una definición democrática de los mismos basada en la diversidad y la pluralidad.

Espero también que estas palabras sirvan para conectar al ecologismo con palabras y movimientos que históricamente [4] se han situado junto a los movimientos ecologistas: pacifismo, feminismo, movimientos postcoloniales, teoría queer, movimiento LGTBI+. Movimientos con los que existen poderosas alianzas cuyos matices se pierden si el ecologismo es mirado desde la perspectiva medioambientalista o desde la perspectiva esencialista que acabo de discutir.

Así, saberes que tradicionalmente han pertenecido a los oprimidos –saberes que se elaboraron desde los feminismos, desde el movimiento indigenista y los postcolonialismos, desde las diversidades afectivas, sexuales y de género…– pueden ser así entendidos en confluencia. Una confluencia generada en la medida en la que muchos de estos movimientos han  cultivado valores que el capitalismo patriarcal y productivista ha negado, rechazado y oprimido. Pero una confluencia que nunca entenderá que estos saberes pertenezcan en exclusiva a estas comunidades, o sean en sí mismo visiones que deben reemplazar esencial y totalmente a los existentes, porque eso llevaría a nuevas formas de opresión y de esencialismo.

Notas

[1] El autor es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas. Actualmente cursa un Máster en Pensamiento Social y Político en la Universidad de Sussex. Participa desde hace años en diversos movimientos sociales. Es miembro del Club de Lectura “Petra Kelly” y co-coordinador del Área de Cultura Ecológica de EcoPolítica.
[2] «La distinción organizativa que empleo es la que media entre «medioambientalismo» y «ecologismo»: el primero se refiere a aproximaciones administrativas, técnicas y poco sistemáticas a la hora de afrontar problemas medioambientales, mientras que el segundo hace referencia a los profundos cambios que los ecologistas políticos consideran necesarios en el ámbito de la organización social y de las actitudes respecto al mundo natural no humano. El medioambientalismo es compatible con otras ideologías políticas en una forma en que el ecologismo no lo es, puesto que el segundo pone en tela de juicio muchos de los presupuestos fundamentales de las conocida lista de ideologías. Es muy fácil ser medioambientalista y liberal, por ejemplo, pero mucho más difícil ser capaz de concebir la idea de un ecologista liberal». DOBSON, Andrew. Pensamiento político verde. Una nueva ideología para el siglo XXI. Barcelona: Paidós Ibérica, 1997. p. 13.
[3] Este curioso retrato de los elfos y los hobbits como razas que encarnan una ideología conservadora, medioambientalista y contraria al progreso es esbozado con mucha precisón por Fernando Fernández-Savater en su artículo En Compañía de Hadas (http://www.anarda.net/tolkien/savater.html)
[4] Un ejemplo claro de esta vinculación entre ambientalismo y reacción es el Ecofascismo.
[5] Para un análisis histórico de las alianzas entre estos movimientos, véase MARCELLESI, Florent. “Ecología Política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde”. Cuadernos Bakeaz, 2008 (http://monocien.org/monosite/wp-content/uploads/2013/01/ecologia-politica.pdf)

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Coordinador del Área de Cultura Ecológica de Ecopolítica junto a Fidel Insúa



5 Responses to ¿Por qué soy ecologista? El ecologismo y lo natural

  1. Maria José Baños Moreno says:

    Hola. Muy interesante y aclaratoria esta aportación. Como militante de EQUO comparto muchas de las cosas que dices, salvo una. ¿Que la homosexualidad no es natural? Claro que sí, existe en todo el reino animal. Esa frasecica sobra, bajo mi punto de vista. Un saludo

  2. Javier Zamora says:

    Hola María José,

    En el artículo solo recojo que de manera reaccionaria o conservadora tradicionalmente se ha considerado que la homosexualidad no es natural. En este sentido, el texto no defiende que la homosexualidad no sea natural, sino que precisamente critica a quienes piensan así.

  3. Álvaro says:

    Genial artículo Javier (no nos conocemos personalmente pero por entorno cercano y por trayectoria -Ramiro, UAM, Ágora- ha sido pura casualidad). Suscribo todo lo que mencionas en el él, y aun así hecho en falta una lucha que cada día es más urgente para los que aspiramos a la coherencia ética, al menos desde una perspectiva de izquierdas: la lucha antiespecista. Permíteme hacerte una recomendación de lectura, aunque esté en inglés, para que empieces a integrarte en este tipo de pensamiento y veas el porqué de la urgencia de esta lucha: Animals like us, de Mark Rowlands. Aún no se ha editado en español, pero si controlas un mínimo el inglés es una lectura de las que dejan huella. Gracias de nuevo por el artículo.

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