Filosofía

Published on septiembre 23rd, 2015 | by EcoPolítica

0

Reseña del libro «Walden» de Henry David Thoreau

Por Rodrigo Santamaría Vicente [1] [2]

Thoreau es sin duda uno de los pioneros en la lucha por los derechos civiles, pero también un pionero ‘ecologista’, una especie de Rachel Carson del S. XIX [3]. Y no lo es tanto por la conciencia de un mundo natural en peligro, algo imposible en la exuberante Massachusetts de hace casi dos siglos, sino por la conciencia de la maravilla que es dicha naturaleza, algo igualmente difícil de concebir cuando estás rodeado de ella [4].

Los conciudadanos de Thoreau en Concord no prestaban mucha atención a la maravilla de la naturaleza, preocupados por pagar rentas, ganar dinero y sacar réditos. Es aquí donde Thoreau conecta con el S. XX, ya que nuestras preocupaciones urbanas no han cambiado mucho.

No es que Thoreau sea un romántico que anhela lo salvaje, pero tampoco es un romántico que adora la civilización, como por cierto, quizás deberíamos llamar a todos los que se autodenominan ‘sensatos, ‘con los pies en la tierra’ o ‘realistas’. Thoreau se da perfecta cuenta de que muchas de las virtudes de la civilización conllevan cargas tan pesadas que no compensan, comparadas con la sencillez del ‘salvaje’. Un ejemplo son sus reflexiones sobre lo que cuesta comprarse una casa, cálculos que parecen hechos en 2015:

“Si se afirma que la civilización es un avance efectivo de la condición humana –y yo creo que lo es, aunque sólo los sabios aprovechan sus ventajas-, hay que demostrar que ésta ha generado mejores viviendas sin hacerlas más costosas; porque el costo de una cosa es la cantidad de vida que hay que dar a cambio de ella […] En esta ciudad, una casas corriente puede costar 800$, y acumular esta suma de dinero puede llevar entre diez y quince años de la vida de un trabajador, siempre que éste no tenga cargas familiares […] De modo que, por lo general, habrá pasado más de la mitad de su vida antes de que pueda comprarse su tienda. […]¿No sería un insensato el salvaje que en estas condiciones cambiase su tienda por un palacio?”

Sea como fuere, Thoreau decide coger su alma por mochila y vivir alejado de la ciudad por algún tiempo, en este caso en la cercana laguna de Walden. Quiere experimentar en sus huesos qué es construir su propia casa, cultivar su propia comida y, en definitiva, vivir su propia vida. El bueno de Henry lleva hasta el final el tratar de evitar toda externalización en su vida: ¿por qué tiene que sufrir otro por hacer –o por limpiar- mi casa? ¿por qué no puedo construir mi casa a mi gusto?

Este tipo de preguntas, simples pero que rara vez nos hacemos, Thoreau no sólo las hace si no que las vive, y ni el ladrillo ni el arado le resultan tan duros como cabría pensar. Tal vez porque está construyendo su propia vida, tal vez porque puede aplicar su intelecto y obtener más con menos trabajo, o tal vez sea tan sólo pose para su diario. Lo cierto es que Thoreau narra una experiencia agradable en comunión con la naturaleza, que observa y describe profusamente, entrelazando ensayo cuasi-político con documentación cuasi-naturista, sin que apenas se note la costura entre ambos estilos.

Es frecuente leer, respecto a Walden, las siguientes críticas de los ‘sensatos’: “si Thoreau quería irse a la Naturaleza, ¿por qué no se fue al Amazonas?”; o la menos falaz: “si Thoreau quería irse a la Naturaleza, ¿por qué no se fue de por vida? ¿por qué volvía intermitentemente a la ciudad?”.  Críticas estas que nos recuerdan a los ‘vete a Cuba’ o ‘vete a vivir a una cueva’ que son tan frecuentes cuando alguien defiende con un poco de vehemencia los problemas del capitalismo en lo social o en lo ambiental.

Igual antes que ahora, las respuestas no por evidentes deben ser menos repetidas. 1) Thoreau tenía unos vínculos afectivos y culturales por su tierra, además de no tener dinero para un viaje largo. 2) Thoreau estaba experimentando, nunca fue dogmático: experimenta y narra sus resultados. Porque, al contrario que la defensa o el ataque fanático, es precisamente la duda razonable sobre el sistema, y la prueba de alternativas, el tipo de enfoque racional que deberíamos mostrar como enmienda al culto al progreso (crecimiento, capital) bajo el cual sacrificamos todo lo demás.

Notas

[1] Rodrigo Santamaría Vicente es profesor de Ingeniería Informática en la Universidad de Salamanca. Es colaborador de EcoPolítica.
[2] Reseña del libro Walden de Henry David Thoreau (Errata Naturae, 2013).
[3]
De la que recientemente se ha hablado en EcoPolítica: https://ecopolitica.org/rachel-carson-un-compromiso-cientco-y-literario/
[4] En el libro Walden Warming. Climate Change comes to Thoreau’s Woods, Richard B. Primack nos cuenta cómo la voluptuosidad de la laguna de Walden ha perdido bastante lustre, desgraciadamente. Enlace: http://press.uchicago.edu/ucp/books/book/chicago/W/bo8829988.html

6 votes

Tags: , , , , , ,


About the Author



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Back to Top ↑