Published on noviembre 2nd, 2012 | by EcoPolítica
0Conservar el Euro, añadir los dracmas
Por Franz Vasseur
Artículo publicado en http://www.novo-ideo.fr/
Traducido al castellano para EcoPolítica por Lourdes Alonso
¿Y si el debate no ha estado nunca en la alternativa «euro o dracma», sino «euro y dracmas»? La emisión de monedas regionales, complementarias del euro permitiría relanzar las economías locales preservando el valor del patrón monetario de la zona euro.
Roma y las monedas locales
Lejos de ser original, la coexistencia de dos o más monedas ha sido la norma durante toda la historia de la humanidad. El ejemplo más conocido: Roma. El imperio tenía una moneda común, el sestercio, que coexistía con más de una centena de monedas locales. El sestercio era de curso en todo el imperio, como el euro hoy, facilitando los intercambios, tanto comerciales como administrativos (entre el poder imperial y las provincias). El sestercio, gracias a su universalidad, servía para el pago de impuestos al poder central, la financiación de infraestructuras del imperio (como las famosas vías romanas), pero también como unidad de cuentas y, más prosaicamente, para la constitución del ahorro de cada uno.
Al mismo tiempo, las provincias y ciudades principales, sobre todo en Oriente [1], emitieron una o más monedas locales (cerca de 350 en el S.III d.C.), cuyo origen era anterior al imperio romano, que tuvo la inteligencia de dejarlas perdurar. Con esto, Roma permitía a cada economía conservar un poder de creación monetaria propia, pero limitada geográficamente. La inflación potencial se circunscribía a la provincia en consideración, el sestercio imperial permanecía estable (al menos durante el alto Imperio), referencia de un sistema monetario a la vez múltiple y unitario.
Darle a la máquina de hacer dinero
¿Qué interés? Simplemente darle a la máquina de hacer dinero localmente y asegurar el abastecimiento local en metálico en función de las necesidades reales, sin depender del poder central. De hecho, estas monedas locales, complementarias del sestercio, permitían a las provincias aportar a sus economías el oxígeno indispensable en caso de crisis: una liquidez determinada.
Esta es exactamente la herramienta que le falta hoy a Grecia. Sin poder devaluar su moneda, la economía griega está paralizada por la rigidez del euro. La austeridad exigida por sus compañeros de la Eurozona está legitimada para mantener el puesto del euro, pero es devastadora para una economía en punto muerto. De ahí la tentación de salir del euro y volver al dracma con el fin de poder crear libremente liquidez, atenuar el peso de su deuda e invertir para transformar su economía.
De los dracmas a los efectos inflacionistas circunscritos
Retomando el ejemplo de Roma, Grecia podría permanecer en la zona euro emitiendo en paralelo dracmas regionales para relanzar su economía por la creación monetaria local. El carácter regional permite evitar la confusión con la vuelta a una moneda nacional, que debe ser el euro. Así pues, los dracmas, uno por región griega, emitidos por bancos centrales regionales, federados por la banca central nacional griega, reencuentran un papel de creación monetaria, pero indirecta, a través de la regiones. Por otro lado, el interés de estas monedas regionales reduce el impacto inflacionista potencial sobre los otros miembros de la zona euro.
La otra (inmensa) ventaja de esta solución que conserva el euro en Grecia es la de evitar el expolio de los ahorros griegos y así pues la caída inevitable de los bancos en caso de salir del euro. Porque si existe un peligro real de salir del euro, es este: la desecación de los circuitos bancarios, no sólo en Grecia sino también en España, Portugal, Italia, Francia… en resumen, el fin del euro y del sistema bancario actual.
¿Y en concreto? Por dar algunas pistas, pongamos que la moneda regional tuviera curso legal únicamente en la región en la que se emite. El dracma macedonio en Macedonia, el dracma ateniense en Atenas, etc. para realizar todos los pagos de los productos y servicios locales: alimentación, artesanos, alquileres, impuestos locales, espectáculos, etc. Corolarios de curso legal regional, los comerciantes y propietarios de la región estarían obligados a aceptar cualquier pago efectuado en dracmas, excepto el de los bienes industriales directamente importados sin transformación local (como un iPad por ejemplo).
Moneda regional, oxidable y electrónica
Los dracmas serían oxidables, es decir, que su valor se perdería después de un periodo de tiempo, por ejemplo 2 años. Esta característica evita la economización y obliga a su circulación, para irrigar la economía local. Estos dracmas regionales tendrían forma electrónica, tipo Moneo, que permita gestionar más fácilmente su carácter oxidable (como Skype, pero sin utilizar su cuenta de crédito). Por último, su conversión a euros no estaría disponible más que a los comerciantes (y no a los particulares) para los dracmas recibidos en pago, con un descuento del 5% (es decir, estos mismos comerciantes podrían utilizar estos dracmas con valor pleno para pagar a sus proveedores).
Su emisión se efectuaría a través de los salarios y las pagas de los funcionarios, a los que se les pagaría en parte en euros, en parte en moneda regional, por ejemplo un cuarto en moneda regional. Una sugerencia: que esta primera paga se acompañe de un aumento del 25% en la parte pagada en dracmas, con el fin de que el mensaje sea claro para todas y todos: se trata de una herramienta de recuperación.
Ejemplo
Tomemos un funcionario de Tesalónica, con un sueldo actual de 2000 euros por ejemplo. Recibirá 1500 euros y 500 dracmas de Tesalónica aumentados un 25%, o sea, 625 dracmas. Estos 625 dracmas le servirán para pagar por ejemplo sus cursos en la cooperativa de agricultores locales, una salida al teatro Dassous y pagar una parte de su alquiler: en resumen, poner en marcha la economía local. Y esto, conservando el valor del euro, referencia de nuestro sistema monetario, deseándole la misma longevidad que el sestercio: ¡cinco siglos!
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Notas
[1] En efecto, según el historiador Gilles Bransbourg, las monedas regionales tuvieron más presencia en las provincias de Oriente, probablemente con motivo de la mayor integración de Roma, la Galia, Bretaña e Iberia. De ahí a ver en esto un “núcleo duro” equivalente existente hoy día en Europa en Alemania y su periferia, hay un paso que no vamos a dar.