Política y Sociedad

Published on abril 12th, 2012 | by EcoPolítica

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Verdes: el desafío de la acción política

Por Carlos Merenson

Si los verdes acaban de convirtiéndose en meros socialdemócratas ecológicos, entonces el experimento ha concluido, se habrá convertido en un desecho.
Petra Kelly  (Dobson, 1997, p. 161)

Asumamos entonces sin complejos ser un ecologista
Florent Marcellesi (2007)

El capitalismo productivista y las consecuencias socio ambientales inherentes a su lógica han conducido a la ecología política a cuestionar el pensamiento económico predominante y a desafiar el consenso político, social y científico que ha dominado los 300 últimos años de historia. Al prescribir una sociedad convivencial y sostenible, su respuesta alternativa al paradigma dominante ha definido y diferenciado al ecologismo del resto de las ideologías políticas que ha producido la modernidad.

No obstante lo anterior, las lecturas que conducen a la ecología política a cuestionar el consumismo y a definir al desarrollo sostenible como un desarrollo sin crecimiento plantean una enorme dificultad para el movimiento verde. Como lo señala Andrew Dobson (1997) el ecologismo debe poner en tela de juicio una importante aspiración de la mayoría de la gente -aumentar al máximo el consumo de objetos materiales- y, al mismo tiempo, hacer atractiva su propuesta. Intentaremos aquí reflexionar sobre las estrategias de los partidos y movimientos “verdes” destinadas a sortear dicha dificultad y los riesgos, en términos de coherencia ideológica, que ellas encierran.

I. La sostenibilidad desde la ecología política

La ecología política se configura como ideología a partir de la convicción de que existen límites “naturales” para el crecimiento económico y demográfico, sosteniendo en consecuencia que el crecimiento económico se ve impedido, no por razones sociales – tales como relaciones de producción restrictivas – sino porque la Tierra misma tiene: limitada capacidad de carga (población); limitada capacidad productiva (recursos) y limitada capacidad de absorción (contaminación). El concepto de “límite”, su aceptación o rechazo, es el punto en el que la ecología política se diferencia del resto de las ideologías y también es el punto sobre el que basa su interpretación del concepto de sostenibilidad.

Tres son los principales pensamientos del ecologismo relacionados con la tesis de los límites del crecimiento que Dobson describe de la siguiente manera: (en primer lugar)…(las soluciones tecnológicas)…(no darán como resultado una sociedad sostenible; en segundo lugar los rápidos índices de crecimiento pretendidos)…(por las sociedades industrializadas y en vías de industrialización, tienen carácter exponencial, lo que significa que los peligros acumulados a lo largo de un periodo relativamente largo de tiempo pueden tener, de forma absolutamente repentina, un efecto catastrófico; y en tercer lugar las cuestiones asociadas con la interacción de los problemas causados por el crecimiento; es decir, resolver un problema no resuelve los demás e incluso puede exacerbarlos) (1997: 98).

Para la ecología política: …las soluciones tecnológicas no pueden proporcionar una salida a la vía muerta de la imposibilidad de aspirar a un crecimiento infinito dentro de un sistema finito (Dobson, 1997: 100) de allí que el ecologismo considere que las soluciones tecnológicas…no pueden tener impacto en el problema esencial, que es el crecimiento exponencial dentro de un sistema finito y complejo (Meadows y otros, 1974: 45). En consecuencia se requieren…cambios profundos en el pensamiento y la práctica social: cambios en la ideas morales y los valores humanos, de tal forma de poder acomodar las prácticas sociales a los límites que las rodean y abandonar el intento prometeico (en este caso, tecnológico) de superarlos. (Dobson, 1997: 101)

También es oportuno destacar aquí que la ecología política no se refiere al límite como un impedimento a vencer, sino como una condición a la que adaptarse.

Frente a todo ello, para el ecologismo, la propuesta de un desarrollo sostenible conduce directamente a un cuestionamiento del productivismo transformado en la superideología del sistema, posibilitando desenmascarar la falacia que significa confundir los incrementos cuantitativos de la escala física (crecimiento) con las mejoras cualitativas y el despliegue de potencialidades (desarrollo).

Podemos entonces concluir que un desarrollo sin crecimiento es la definición de desarrollo sostenible que mejor ajusta al pensamiento ecologista. Un modelo de desarrollo capaz de establecer un puente entre nuestra insostenible sociedad productivista y la sociedad convivencial que debemos construir.

No se trate de un cambio más ni resulta una tarea para voluntaristas, …es un cambio social mucho mayor que el que ha atravesado la sociedad occidental en varios cientos de años (Trainer, 2011: 1)

II. El desafío de la acción política

En 1973 en Gran Bretaña se constituye People – el primer partido verde de alcance nacional de Europa – inspirado en Blueprint for Survival, que fue publicado por primera vez en una edición especial de The Ecologist en enero de 1972. Este manifiesto fue firmado por más de treinta de los principales científicos de la época y fue escrito por Edward Goldsmith y Robert Allen. En él se abogaba por una radical restructuración de la sociedad a fin de evitar lo que los autores denominaban: la ruptura de la sociedad y la alteración irreversible de los sistemas de soporte de vida en este planeta.

En forma similar, la mayor parte de los partidos verdes que surgieron en el mundo industrializado en la década de 1970 adoptaron inicialmente posiciones radicales, proponiendo profundos cambios en los patrones de producción y consumo basados en los conceptos que dictaba la naciente ecología política pero, al adentrarse en la acción política, algunos fueron virando hacia posiciones reformistas.

Al respecto, Ángel Valencia Sáiz (2000) señala que en las dos últimas décadas los partidos verdes europeos han…pasado de una primera etapa de radicalidad ideológica y de grandes expectativas electorales a otra caracterizada por el pragmatismo político y la estabilidad electoral.

Cornelius Castoriadis al referirse al concepto de revolución afirmaba que para alcanzarla (hace falta que haya cambios profundos en la organización psicosocial del hombre occidental, en su actitud con respecto a la vida)…(Hace falta que se abandone la idea de que la única finalidad de la vida es producir y consumir más – idea absurda y degradante a la vez – hace falta que se abandone el imaginario capitalista)…(de una expansión ilimitada) (2006: 272).

Ted Trainer destaca el hecho de que no estamos frente a una economía que tenga crecimiento sino que se trata de una economía de crecimiento y que si lo eliminamos…habrá que encontrar modos radicalmente diferentes de llevar a cabo muchos procesos…y agrega que…los problemas de primer orden que hemos de encarar no pueden resolverse a menos que se rehagan de modo radical varios sistemas y estructuras fundamentales en el seno de la sociedad capitalista de consumo. (2011: 1)

Es entonces que, al asumir la existencia de límites naturales para el crecimiento económico, la ecología política conduce hacia cambios sociales inmensos, radicales y de largo alcance y a entender que no hay espacio para …reformar ni reparar la sociedad de consumo capitalista: se ha de desechar y rehacer en gran medida de acuerdo sobre bases bastante distintas. (Trainer, 2011:2)

Así las cosas, lanzado a la arena política, el ecologismo enfrenta un problema mayor: proponerle a una sociedad obsesionada con la opulencia y el consumismo desenfrenado, la urgente necesidad de alcanzar una economía de estado estacionario, que nos aleje de la sociedad de consumo capitalista, sin que tal propuesta produzca rechazos y perdida de partidarios.
Frente a esta encrucijada política, muchos teóricos del ecologismo se han inclinado por una estrategia basada en unificar acciones reformistas a corto plazo y objetivos radicales a largo plazo con el objetivo de llegar a desbordar al propio sistema. Un “reformismo radical”, una “revolución lenta”, una visión que se refleja, en palabras de Lipietz (2000: 39) en el sueño de una multitud de microrrupturas, una revolución molecular nunca acabada.

En tal escenario, el desafío de la acción política se multiplica para el caso de los movimientos verdes que van surgiendo en los países del hemisferio sur. Ellos deben hacer frente al convencimiento generalizado sobre la necesidad de crecer a toda costa para que, en algún momento, la riqueza se derrame alcanzando a toda la sociedad. Idea ingenua o interesada que, más allá de hechos anecdóticos de limitado alcance local, la historia se ha encargado hasta el cansancio en desmentir, demostrando que la riqueza no se derrama – ni siquiera gotea – sino que la lógica inherente al sistema solo tiende a concentrarla.

Si nos detenemos en el caso de América Latina podemos además constatar que los procesos de crecimiento económico se han apoyado y apoyan en pilares extractivistas (gas y petróleo, minería, madera, monocultura sojera). En esencia se trata del mismo modelo que conocimos desde épocas de la colonia hasta nuestros días. Economía colonial, economía de enclave, extractivismo desarrollista, extractivismo de cuño liberal y, en la actualidad, neo-extractivismo progresista tal como lo define Eduardo Gudynas (2009). Poco ha cambiado en lo fundamental: los recursos naturales son exportados y nos quedamos con los pasivos socio-ambientales. Antes era a cambio de nada y, ahora, a cambio de regalías o derechos que en poco los compensan, si es que son económicamente compensables.

Vale aquí lo señalado por Joan Martínez Alier (1994: 94) cuando al referirse a la historia común de casi toda Latinoamérica afirmaba que: podría escribirse la historia ecológica de Latinoamérica no como una historia de degradación causada por un exceso de población (la población sufrió un tremendo colapso demográfico tras 1492), sino como una historia de producción de exportaciones a expensas del capital natural, una historia de dependencia ecológica.

Lo cierto es que, más allá de su pretendida legitimación social, el neo-extractivismo progresista es un modelo funcional a la globalización económico-financiera, que ha mantenido una inserción internacional subordinada, que ha fragmentando el territorio y externalizando los inevitables impactos socio-ambientales frente a lo cual, el ecologismo latinoamericano se encuentra obligado a diseñar un modelo alternativo capaz de atrapar el interés de las mayorías sin renunciar a los principios y valores de la ecología política, tarea que hasta la fecha se encuentra pendiente.

La coherencia ideológica conduce a los Partidos Verdes a plantear al norte industrializado la “lógica del caracol”: el decrecimiento y al sur subdesarrollado un crecimiento que no imite el insostenible modelo de los países ricos y que abandone el extractivismo que lo acompaña desde las épocas coloniales. A plantear a nuestra sociedad la necesidad de una salida del modelo energético fosilista hacia las energías renovables y limpias; extender la agro-ecología y construir una economía de estado estacionario.

En la práctica, ya sea en el norte como en el sur, en aras de tornar atractiva su propuesta política, algunas de las expresiones político partidarias verdes no se han mostrado convencidas de que la ecología política es el método que permite interpretar la complejidad del mundo contemporáneo ni a las nuevas fuerzas transformadoras y se han quedado solamente con el reformismo de corto plazo, optado por no cuestionar al sistema, por no discutir la cuestión del crecimiento económico o de la población, proponiendo a la tecnología como la llave para resolver los problemas y argumentando que el verdadero problema es que los políticos han fallado a la hora de llevar a la práctica las soluciones tecnológicas disponibles.

Para el ecologismo la acción política implica el riesgo de involucionar en ambientalismo. Un “socialambientalismo” que corre tras el sueño imposible de motorizar una transformación del capitalismo productivista en un idílico capitalismo verde. Una estrategia reformista que oscila entre posiciones revolucionarias y reaccionarias y que pretende cambiar leyes e instituciones para avanzar hacia el desarrollo sostenible sin cuestionar al sistema socioeconómico responsable de la insostenibilidad del proceso de desarrollo.

Las tres últimas décadas parecieran darle la razón a aquellos que piensan que nos encontramos ante el final de la historia, ante el último paso en la evolución ideológica de la humanidad. Los partidos políticos tradicionales se han quedado sin respuestas, atrapados en la lógica productivista, claudicando frente a las fuerzas del mercado mientras el cambio socioambiental global nos aproxima a ritmo exponencial hacia la gran bifurcación en la que la alternativa resultará tan clara como única: extinción o evolución (Laszlo, 1993). Los ecologistas tenemos la obligación moral de actuar por los cambios necesarios y para ello debemos resolver las contradicciones que nos atenazan. Asumamos entonces sin complejos ser un ecologista (Marcellesi, 2007) y en forma coherente con el ideario que nos inspira, empujemos la rueda de la historia que – tal como se señala en las primeras líneas del Manifiesto fundacional de Europe Écologie – se encuentra parada por la sinrazón que se ha apoderado del mundo.

Bibliografía

ALIER, J.M. De la economía ecológica al ecologismo popular. ICARIA, 1994.
CASTORIADIS, C. Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997). Buenos Aires: Katz Editores, 2006.
DOBSON, A. Pensamiento Político Verde. México: Paidós, 1997.
GUDYNAS. «Diez Tesis Urgentes sobre el Nuevo Extractivismo – Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual». En: Extractivismo, política y sociedad, CAAP (Centro Andino de Acción Popular) y CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social), pp. 187-225, 2009.
LASZLO, E. La gran bifurcación. Crisis y oportunidad: anticipación del nuevo paradigma que está tomando forma. Gedisa Ed., Col. Límites de la Ciencia, 2ª Ed. , 1993.
LIPIETZ, A. Political Ecology and the Future of Marxism. Capitalism Nature Socialism, 2000.
MARCELLESI, F. La ecología política, ¿de izquierdas o de derechas? Hacia un ecologismo sin complejos. En: http://www.jovenesverdes.org/web/index.php/ecologpolca-mainmenu-117/194-v-la-ecologpolca-ide-izquierdas-o-de-derechas-hacia-un-ecologismo-sin-complejos, 2007.
MEADOWS, D. et al. The Limits to Growth. Universe Books, 1972.
SÁIZ, A. «Los partidos verdes en Europa: Estabilidad electoral y política de alianza en un nuevo espacio político». Revista vasca de sociología y ciencia política, Nº 26, 2000, pp. 127-148.
TRAINER, T. ¿Entienden bien sus defensores las implicaciones políticas radicales de una economía de crecimiento cero? En: http://www.ecoportal.net/content/view/full/101473, 2011

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