Published on enero 4th, 2010 | by EcoPolítica
1«Pensando con el corazón»: ecologismo y Petra Kelly a los 30 años
Por Francisco Seijo [1]
«Pensando con el corazón» fue uno de los últimos libros publicados por Petra Kelly, militante pacifista y co-fundadora del partido verde alemán Die Grünen, antes de su trágica y extraña muerte en 1992. Por aquel entonces, corrían los alegres años noventa en España y el país se disponía a recoger los frutos de su enésimo ciclo económico expansionista inmobiliario en Sevilla y Barcelona. No es extraño, por lo tanto, que su muerte pasara prácticamente desapercibida para la inmensa mayoría de la opinión pública española entre tanto espectacular despliegue de Expos y Juegos Olímpicos.
Es de justicia decir, también, que tras la caída del muro de Berlín en 1989 la estrella de Petra Kelly se había en gran medida apagado tanto fuera como dentro de Alemania. En 1990 los verdes alemanes habían perdido su representación parlamentaria en el oeste alemán y Petra Kelly había mostrado profundas desavenencias con las dos facciones dominantes en el partido los posibilistas o Realos -liderados por Joschka Fischer- y los radicales o Fundis -liderados por Jutta Ditfurth-. Su impopularidad dentro del partido que ella misma había ayudado a fundar era de tal calibre que en la votación para elegir al nuevo portavoz Kelly tan solo logro recabar un 6% de los votos posibles.
Internacionalmente, las innumerables campañas políticas lideradas por la incansable Kelly también parecían haber alcanzado un punto muerto. La conferencia sobre medio ambiente y desarrollo auspiciada por las Naciones Unidas en Río de Janeiro, por la que Kelly tanto había luchado, había acabado, como suelen acabar todas estas conferencias, con grandilocuentes declaraciones y escasas medidas eficaces lo que había sumido al movimiento verde internacional en una profunda depresión política. Además en el plano personal tanto Petra Kelly como su pareja sentimental, el ex-general de la Bundeswehr Gert Bastian, encontraban cada vez más dificultades para publicar sus escritos y difundir sus ideas. Por si esto fuese poco, tras una década de dedicación exclusiva al movimiento verde ambos se encontraban sin trabajo fijo e ingresos regulares.
Resulta imposible saber a estas alturas si todas estas circunstancias, además de alguna otra, contribuyeron a desencadenar los trágicos sucesos ocurridos en Bonn en 1992, es decir la muerte violenta aparentemente auto-infligida, del duo «PetrayGert» como estos eran conocidos informalmente por sus compañeros verdes. En cualquier caso, y a los 20 años de la fundación del partido verde alemán, resulta probablemente de mayor interés reflexionar sobre cual ha sido el legado político de la figura histórica de Petra Kelly no solo para Die Grünen sino también para el movimiento verde internacional en general.
Los cuatro pilares ideológicos básicos del movimiento que Kelly había ayudado a fundar en 1979 eran la ecología, la responsabilidad social, la democracia de base y la no-violencia. La importancia del primer pilar, la ecología, no ha hecho más que crecer desde entonces. La base de conocimientos y evidencia científica sobre el impacto ecológico de la actividad industrial humana no ha dejado, desgraciadamente, de ampliarse desde 1992. El cambio climático, tema cuya elección como eje principal de la campaña de 1990 en detrimento del activismo antinuclear contribuyo en gran medida al desplome electoral de Die Grünen, se ha consolidado como una de las amenazas mas graves a las que se enfrenta la especie humana en la actualidad. Esto no hubiese sorprendido seguramente a Kelly. Sin embargo, la posibilidad de que uno de las mas prometedores métodos para solucionar el problema se base en la correcta aplicación del mecanismo-que no la economía-de mercado mediante la creación de un sistema global de intercambio comercial de derechos de emisiones de gases de efecto invernadero le hubiese con toda probabilidad chocado, anclada como estaba, tras su paso por el partido social-demócrata alemán y la Comisión Europea, en una visión estatalista y dirigista- muy europea a la postre-del proceso político.
En cuanto al segundo principio, el de la responsabilidad social, Kelly sin lugar a dudas se mostraría satisfecha con como la ciencia ha venido a corroborar lo que ella siempre sospecho, que los mejores administradores de los recursos naturales, desde un punto de vista ecológico, han sido casi siempre las comunidades locales auto-gestionadas. El premio Nobel de economía del 2009 para Elinor Ostrom refrendaría así no solo la validez de este principio fundamental del ecologismo político sino también la importancia de las comunidades locales globales para la gestión sostenible del medio ambiente y la necesidad de adoptar políticas de desarrollo económico que incentiven, o por lo menos que no destruyan, a falta de mejores inventos sociales, económicos y políticos, sus modos de vida e instituciones ancestrales.
En lo que concierne al principio ideológico verde de la defensa de la democracia de base Kelly se toparía hoy con toda seguridad con problemas parecidos a los que ya se encontró en su momento histórico. El tema sigue siendo un asunto espinoso en la teoría y la practica política contemporánea, por lo menos (e incluso antes) de que Michels en su famoso estudio sobre el partido social-demócrata alemán enunciase su ya famosa “ley de hierro de la oligarquía”. La pesimista máxima de Michels de que en toda organización humana acaban siempre mandando unos pocos, y no necesariamente los mejores, estaba muy presente en la mente de Kelly y de los primeros verdes alemanes. Los Die Grünen pretendían ser un anti-partido, es decir una organización que pondría fin a la peligrosa monopolización del proceso político por parte de mesiánicas vanguardias políticas, económicas, religiosas y científicas.
Hoy en día, visto con la ventaja de la perspectiva histórica, no nos parece que Die Grünen lograsen resolver la cuadratura del círculo de la democracia de base. Por un lado, la opinión pública desconfía cada vez más de los partidos políticos y de la clase política como agentes representativos de los intereses y anhelos de la sociedad civil. Hace poco, una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de España señalaba que la opinión pública española considera a la clase política un “problema” a la altura del paro y el terrorismo. Por otro lado, sin embargo, esta misma opinión pública se lanza apasionada, y a menudo irreflexivamente, a los brazos del primer líder carismático que parezca ofrecer un atisbo de cambio sobre la política del “business as usual”. El tema de cómo fortalecer la democracia de base parece, pues, una contradicción política no resuelta, ni por los verdes ni por ninguna otra fuerza política, que quizás pase más por la adaptación de los movimientos políticos a esta inexorable ley que a su superación. Es decir, quizás sea más importante reflexionar sobre como diseñar partidos políticos que produzcan buenos líderes que el intentar abolir la figura del liderazgo político en si.
Finalmente, en cuanto al último principio ideológico verde auspiciado por Petra Kelly, el de la no-violencia como único método para obtener cualquier objetivo político, este parece haber sido olvidado totalmente en la época que nos ha tocado vivir. No solo porque seguimos viviendo sin duda en un mundo Hobbesiano sino, sobre todo, porque los partidarios activos de la no-violencia parecen haberse esfumado de la faz de la tierra o apoltronado en sus cómodos cargos institucionales. Y esto no deja de resultar curioso porque, aparentemente, Petra Kelly consideraba que el respeto a los derechos humanos era el baremo principal con el que las políticas de todos los estados deberían de medirse. De alguna manera, y para Kelly por lo menos, el resto de objetivos ideológicos del movimiento verde-la ecología, la responsabilidad social y la democracia de base-estaban supeditados a la consecución de este objetivo.
“Pensando con el corazón” todavía da que pensar como titulo para un libro y como máxima que define la aproximación de Kelly al mundo del activismo político. De alguna manera el idealismo Romántico altamente evolucionado de Kelly y de los primeros verdes cumplió su objetivo; la de crear un Pepito Grillo-como no verde-que sirviese de contrapunto al credo teleológico industrial, consumista-e inevitablemente nihilista-del ciudadano medio de Occidente. ¿Pero no habrá llegado para el ecologismo el momento de ir más allá? El corazón es una función importante, vital, del alma y cuerpo humano, sin lugar a dudas, pero no es la única. Spinoza, siempre poco partidario de pensar con el corazón, recomendaba en sus escritos, “Humana actiones non ridere, non lugere neque detestari, sed intelligere”. Nietzsche le corregía, buscando un punto intermedio entre la excesiva frialdad analítica del racionalismo y el desenfreno apasionado del Romanticismo, “Antes de que sea posible el conocimiento es preciso que cada uno de estos impulsos adelante su opinión incompleta sobre el objeto o el acontecimiento: entonces comienza la lucha de estos juicios incompletos, y el resultado es a veces un término medio, una pacificación, una aprobación de los tres lados, una especie de justicia y de contrato, pues por medio de la justicia y del contrato todos esos impulsos pueden conservarse en la existencia y guardar al mismo tiempo su razón”.
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Notas
[1] Francisco Seijo es profesor, investigador y consultor en política medioambiental en varias universidades norteamericanas y en el Instituto de Empresa. Es coordinador del Área de Relaciones Internacionales de EcoPolítica.
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