Published on septiembre 19th, 2020 | by EcoPolítica
1El sueño europeo. Parte I. Introducción
Por Luis Esteban Rubio [1]
A mis compañeras·os, presentes y futuros·as, de EcoPolítica
La humanidad se enfrenta en nuestro tiempo a retos de gran magnitud: agravamiento de la crisis ecológica, intensificación de las desigualdades sociales, creciente poder de las grandes empresas, persistencia de las desigualdades de género, aumento del autoritarismo nacionalista, incremento de las tensiones internacionales, gestión de un número creciente de personas migrantes y refugiadas, sobreconcentración de la población en grandes ciudades, regreso palpable del irracionalismo, posibles nuevas pandemias -además de la actual-, etc.
Y ante dichos retos, los sueños y visiones actuales de buena parte de las grandes potencias mundiales y regionales, no sólo no aportan solución a los mismos, sino que están contribuyendo a agravarlos sustancialmente. Aquí se encontrarían, al menos, los Estados Unidos de Donald Trump, la China de Xi Jinping, la Rusia de Vladímir Putin, la India de Narendra Modi, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan y el Brasil de Jair Bolsonaro. Estas potencias representan, como bien reflejó Courrier international hace dos años, la barbarie en el mundo.
Además, las potencias de segundo orden que están intentando abordar en positivo algunos de dichos retos, lo hacen en su mayoría de forma tímida e insuficiente, y con contradicciones no menores. Aquí se encontrarían, principalmente, la Unión Europea, lo que llamo la Commonwealth del siglo XXI (Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda -y en la que se encontraría de nuevo Estados Unidos si ganara Joe Biden-), Japón y Corea del Sur.
Y debido a esa timidez y contradicciones, si alguien a día de hoy preguntara «¿quién está liderando el mundo libre?», es posible que la pregunta quedara o bien sin respuesta, o bien con una respuesta a medias. Tenemos muy claro quiénes están liderando la barbarie en el mundo, pero por desgracia no tenemos tan clara la existencia de un liderazgo en la defensa de la civilización [2].
Por este motivo, considero fundamental el deber de los·as europeos·as de dar un importante paso adelante y comenzar a liderar, de forma colectiva con el resto de potencias que se vayan sumando, la defensa de la civilización; y, con ello, el pensamiento y la acción para abordar, de forma al menos suficiente, los grandes retos de nuestro tiempo [3].
Pero, para que esto sea posible, es necesaria una visión renovada de Europa. Una visión que, humildemente, considero que debería contener al menos tres ideas clave.
En primer lugar, sueño con una Europa que se sienta heredera de lo mejor de nuestra tradición: la Creta minoica, Grecia, Roma, el Renacimiento, la Revolución Científica, la Ilustración, el movimiento obrero, el movimiento ecologista, el movimiento feminista, el movimiento pacifista, el movimiento LGTBIQ+, el movimiento animalista y el movimiento altermundialista. Pero también sueño con una Unión Europea que no caiga en el eurocentrismo y que, por ello, ponga a su vez en valor lo mejor de las tradiciones de otras culturas, como, por ejemplo, la Persia de Ciro II y Darío I, la India de Ashoka, la China de Xuanzong (dinastía Tang), el Califato de Harún al-Rashid y de Al-Mamún, o los Estados Unidos de América de los Padres Fundadores.
En segundo lugar, sueño con una Unión Europea que, reduciendo sustancialmente la distancia entre la teoría y su realización práctica, se apoye en cinco pilares fundacionales que sean universalizables y que se retroalimenten positivamente. A saber:
1. La defensa del pensamiento científico (empírico-racional), frente al pensamiento mágico-mítico-místico-religioso (irracional) y el relativismo epistemológico.
2. La defensa de una ética pública universal, frente al relativismo ético y frente a la vulneración sistemática de aquélla en la práctica. Una ética pública universal que esté representada en una serie de derechos y deberes humanos. Entendiendo que existen deberes humanos, por un lado, y con carácter directo, no sólo para con el resto de integrantes de nuestra especie, sino también, y progresivamente, para con el resto de seres vivos; y, por otro, que existen, con carácter indirecto, deberes para con los ecosistemas y las comunidades políticas.
3. La defensa de una democracia cosmopolita y multinivel. Es decir, de la construcción de la democracia en todos los niveles territoriales desde lo local hasta lo global -y con ello de la necesidad de una reforma en sentido federal de la Unión Europea y en sentido cosmopolita de Naciones Unidas-, frente a todo autoritarismo localista o imperialista.
4. La defensa de un nuevo modelo económico, empresarial y de consumo que, para satisfacer nuestras necesidades, respete los derechos humanos, el bienestar animal, la sostenibilidad del planeta, la viabilidad de la comunidad política y, en definitiva, el bien común de la sociedad. Dicho modelo bien podría estar representado por una combinación dinámica y virtuosa de, al menos, cinco elementos: Estado de Bienestar actualizado; Green New Deal decrecentista; cooperativismo y economía social y solidaria; autónomos y microempresas; y consumo consciente y organizado. Este modelo sería una propuesta lo suficientemente sistémica, sólida y viable como para representar tanto una superación del capitalismo bienestarista de la actual Unión Europea y del socialismo autogestionario de la antigua Yugoslavia, como una alternativa seria frente al capitalismo salvaje de Estados Unidos, a la particular mezcla de capitalismo y comunismo de China, y -por si todavía quedara algún·a nostálgico·a- al comunismo soviético.
5. La defensa, en lo que respecta a la identidad, de un cosmopolitismo arraigado, frente a las identidades nacionalistas y ultranacionalistas. Es decir, la defensa de una identidad que entiende como necesariamente complementarias nuestra identidad común como integrantes de una misma especie humana que habita en el planeta Tierra con otros seres vivos, y nuestras identidades locales, nacionales y regionales. En definitiva, y como señalaba Javier Muguerza, una identidad entendida como «alas y raíces».
Y en tercer lugar, sueño con que los·as europeos·as superemos el modo de vida propio del liberalismo atomista, y adoptemos un modo de vida republicano en el que se ponga en valor la importancia de la participación política de la ciudadanía -tanto como fin en sí misma para nuestra realización como «animales sociales», como de manera instrumental para abordar los grandes retos a los que nos enfrentamos-. Es decir, que dejemos atrás un modo de vida con únicamente dos esferas principales, «la casa» (familia-casa-amistades-ocio-consumo) y «el trabajo», y que adoptemos un modo de vida que logre compatibilizar de forma armónica tres esferas principales: «la casa» (esfera privada), «el trabajo» (esfera privada/pública) y «los asuntos de la polis» (esfera pública). Eso sí, siendo siempre conscientes de que los asuntos de la esfera pública no son los únicos políticos, sino que también en la esfera privada y en la esfera privada/pública lo político también está presente. Así, en la esfera privada, «lo personal es político», como se puede observar, por ejemplo, en nuestro comportamiento en una relación sexoafectiva, o en nuestro modelo de consumo y en nuestra huella ecológica. Por su parte, en la esfera privada/pública, «lo laboral también es político», como se puede apreciar, por ejemplo, en si se respetan o no nuestros derechos laborales, o en si con nuestro trabajo estamos contribuyendo a atenuar o a agravar los grandes retos de nuestro tiempo -no es lo mismo trabajar en la construcción de barcos que en la construcción de barcos de guerra para Arabia Saudí, como tampoco es lo mismo trabajar en una empresa multinacional del petróleo que en una cooperativa de energías renovables-.
Por último, he de añadir que, si bien la Unión Europea pueda dar el primer paso, para abordar de forma satisfactoria los grandes retos de nuestro tiempo es al menos condición necesaria que otras potencias y regiones den también ese paso y se construya un liderazgo colectivo alrededor del mundo. Y si las primeras esperanzas para ello pudieran venir de la Commonwealth del siglo XXI, de Japón o de Corea del Sur, querría meramente dejar anotada mi consideración del importante potencial, a corto-medio plazo, de América Latina. Ni en la Liga Árabe, ni en los países en la órbita rusa de la Comunidad de Estados Independientes, ni en Irán, Pakistán o Bangladesh, ni en ASEAN, ni en el África Subsahariana, ni en otras regiones y potencias mencionadas previamente en el presente artículo, parecen estar de forma tan profunda y extensa plantadas ya las semillas de los derechos humanos, la democracia y la convivencia armónica con la naturaleza como entre la población de América Latina. Semillas que, además, ya han florecido recientemente en determinadas ocasiones y en un grado no menor: pienso en el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, en el Chile de Michelle Bachelet o en el Uruguay de José Mujica. Sería pues un placer que, a corto-medio plazo, y una vez logren solventar los importantes retos de la región, pudiéramos ver a nuestros·as hermanos·as latinoamericanos·as sumarse también a ese liderazgo colectivo global en defensa de la civilización.
Por nuestra parte, y mientras tanto, comencemos el camino. Vive l’Europe! Vive l’humanité! [4]
* * *
Último discurso en el Parlamento Europeo de Daniel Cohn-Bendit -uno de los principales líderes de mayo del ’68- tras sus veinte años como eurodiputado del Partido Verde Europeo (1994-2014).
Notas
[1] Luis Esteban Rubio trabaja en la línea de economía social y solidaria de Ecooo, desde la cual colabora con el equipo técnico del Mercado Social de Madrid, forma parte del Consejo Rector de dicho Mercado, y co-coordina la Escuela de Activismo Económico. Es doctorando en filosofía del Derecho por la UC3M y antiguo coordinador general de EcoPolítica (2014-2018).[2] Parto pues de que no estamos, como sostenía Samuel Huntington, ante un choque de civilizaciones, sino, como apunta Benoît Hamon, ante un choque entre civilización y barbarie. En estas palabras se expresaba Hamon en uno de sus discursos (minuto 34:50 del discurso, traducido): «El choque de civilizaciones pronosticado por Huntington no se va a producir. Sin embargo, a nivel mundial, sí hay un choque, un choque entre mujeres y hombres progresistas y aquéllos que nos quieren meter en un gran retroceso. Tanto en el mundo, como en nuestro país y en Europa, hay un combate entre dos posiciones: por un lado, los partidarios de un mundo civilizado, regulado y preocupado por lo común, los seres vivos, la democracia y la justicia; por otro, y sorprendentemente, los partidarios de un mundo bárbaro, sin otra norma que la guerra de todos contra todos. Los defensores del humanismo, frente a los que crean el asalvajamiento y el caos; los que harán todo lo posible para evitar el colapso ecológico, frente a los que ya están pensando en cómo obtener beneficios del mismo».
[3] Esta semana Ursula von der Leyen dio su primer discurso sobre el estado de la Unión ante el Parlamento Europeo. Un discurso que, si bien no representa «el» paso adelante que tanto desde las instituciones de todos los niveles territoriales como desde la ciudadanía debemos dar colectivamente en la Unión Europea, sí representa «un» paso adelante que se ha de poner en valor. Eso sí, y como durante la propia sesión del estado de la Unión advirtió el eurodiputado verde Bas Eickhout : ahora hay que pasar de las palabras a la acción, y ahí existe todavía una gran labor que realizar; labor que no siempre se ha producido, quedando asuntos importantes en meros discursos bonitos. Y en este sentido, merece la pena reproducir, por su claridad y acierto, la intervención de Eickhout: «I would like to thank you for the State of the Union, because I think it is an ambitious program where we absolutely see that this Commission wants to do things differently. So we thank you for that. But of course now it comes down to action. The words need to be translated into action. And there is still a big battle ahead of us. A big battle that we also need to do here in this European Parliament. And there I do want to tell to my colleagues who are quite often applauding the nice speeches of the Commission and the statements that are being made, but then are not being translated into lawmaking that really makes that change. We are still supporting subsidies for fossil fuels. We are still not strong enough on the rule of law. We are still not fighting to make sure that refugees are being helped in this continent. These issues now need to be taken care of. After the words, the real work has to start. And we are willing to do that together, to make sure that this Europe becomes a green and a social Europe. Thank you very much».
[4] No querría finalizar sin dejar anotado que, como he señalado ya por escrito en alguna otra ocasión, una parte de mí está deseando resolver todos los grandes retos a los que nos enfrentamos en estas décadas para, tras ello, poder también centrar un mayor número de esfuerzos y energías en la exploración del cosmos. Es decir, resolvamos primero nuestros «asuntos internos» en el planeta Tierra, construyamos una verdadera civilización humana y, tras ello, salgamos como tal civilización a explorar el universo. Eso sí, y mientras tanto, no dejemos de seguir dedicando ciertos esfuerzos y recursos a la exploración espacial. Además, tengo la intuición de que ésta fomenta más el sentimiento de pertenencia a la misma especie y a un planeta finito compartido con otros seres vivos, que cualquier discurso, informe o suceso relacionado con el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.
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