Economía

Published on julio 1st, 2022 | by EcoPolítica

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La cooperación

Por Fernando Garrido

Este artículo reproduce la Introducción y la Conclusión de La cooperación de Fernando Garrido (1879). La obra completa se encuentra digitalizada y disponible en abierto en la Biblioteca Nacional de España

Breve nota introductoria realizada por Luis Esteban Rubio [1], quien dedica el conjunto de la presente publicación a sus compañeras y compañeros de Ecooo S. Coop. [2]

Breve nota introductoria

Quizás la mayoría de la ciudadanía española desconozca actualmente quién fue Fernando Garrido. Sin embargo, Garrido fue uno de los principales pensadores políticos del siglo XIX en España -ese siglo igual de olvidado que importante para nuestro país [3]-. Como señalan desde el Observatorio Metropolitano de Madrid: “La Reacción y la revolución (1854) de Francisco Pi y Margall y La República democrática federal universal (1855) de Fernando Garrido, ambas publicadas y leídas por miles […] sentaron las bases del primer federalismo hispano, que tendría en la revolución de 1868 su verdadera prueba de fuego”.

Pero Garrido no sólo fue uno de los principales teóricos del federalismo de la época, sino que también lo fue del socialismo. Y es en este marco en el que Garrido puede ser considerado como el padre intelectual del cooperativismo en España [4]. Como señala Hennessy: “Garrido era un investigador incansable, había estado en contacto con republicanos europeos y, después de una visita a Rochdale, fue el principal defensor español del cooperativismo”.

Por este motivo, se considera oportuno rescatar su figura en nuestro tiempo y poner en valor las reflexiones que Garrido realizó sobre el cooperativismo. Dicho autor escribió dos obras principales al respecto: Historia de las clases trabajadoras. IV. El trabajador asociado (en 1870) y La cooperación. Estudio teórico-práctico sobre las sociedades cooperativas de consumo y de producción en Inglaterra y otros países, especialmente en Cataluña (en 1879). Los dos textos que, por su interés y elocuencia, se reproducen a continuación corresponden a la Introducción y a la Conclusión de la segunda obra mencionada.

Por último, se ha de añadir que, con su noción del progreso a través de las generaciones -la cual se observa en ambos textos-, es posible que Garrido no estuviera demasiado satisfecho con la situación del mundo actual. Sin embargo, y en relación con el avance del cooperativismo, quizás sí podría estar orgulloso de, al menos, tres elementos principales: en primer lugar, en España disfrutamos del mayor y más exitoso proyecto cooperativista del mundo, la Corporación Mondragón [5]. En segundo lugar, en España disfrutamos de iniciativas como los Mercados Sociales distribuidos por todo el territorio peninsular que, como herederos de lo mejor de la tradición cooperativista, siguen manteniendo vivo, con sus principios y prácticas, todo el potencial transformador para, desde un reformismo sustancial y permanente, superar el capitalismo. Y en último lugar, en estos años se está comenzando a articular un apasionante y esperanzador proyecto a nivel global, el Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras. En definitiva, y aunque queda prácticamente todo el camino por recorrer, algunas semillas ya están plantadas. Seguimos.

Notas

[0] La imagen que encabeza el presente artículo corresponde a la portada de la obra de Garrido.
[1] Luis Esteban Rubio trabaja en la línea de economía social y solidaria de Ecooo, desde la cual coordina la sede de Madrid de la Escuela de Activismo Económico y el equipo técnico del Mercado Social de Madrid. Es doctorando en filosofía del Derecho por la UC3M y antiguo coordinador general de EcoPolítica (2014-2018).
[2] Compañeras y compañeros que tienen muy interiorizadas las palabras que, a propósito del nacimiento de una cooperativa, señalaba Fernando de los Ríos en El sentido humanista del socialismo -posiblemente la mayor obra de la socialdemocracia española- allá por 1926: “A medida que una sociedad está dotada de menos espíritu de iniciativa es más lento a su vez el movimiento cooperativista, debido a ese su preeminente carácter social y no estatista. La cooperativa o es creada por el cooperador o vive sin vida; en vano el Estado, el municipio, las mismas empresas patronales crean cooperativas; su vigor real depende del entusiasmo e interés de sus adherentes, y faltos de éste, mueren en el desmayo”.
[3] En lo que respecta a este olvido en relación con Fernando Garrido, es simbólico que un intelectual de la talla de Antoni Domènech, en su magna obra El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, sí incluyera un capítulo sobre la Segunda República Española, pero no llevara a cabo ningún análisis alrededor del Sexenio Democrático y la Primera República Española.
[4] Al respecto del nacimiento, ya no teórico, sino práctico, del cooperativismo en España, desde la década de 1840 se vinieron desarrollando, gracias entre otros elementos al inicio de la propaganda socialista en esa misma época, diferentes proyectos en diversos puntos de la península. Sin embargo, y como señala el propio Garrido en el cuarto tomo de su Historia de las clases trabajadoras: “estos ensayos […] dieron escasos resultados, o sucumbieron bajo la doble influencia de la oposición teocrático-borbónica y la de la falta de conocimientos especiales y comerciales de los fundadores”. El punto de inflexión llegaría con el Sexenio Democrático. Como indica Garrido en la obra mencionada: “La revolución de Septiembre de 1868 abrió ancho campo, así a la propaganda como a la realización de las ideas modernas de regeneración social de las clases trabajadoras, y desde entonces éstas comenzaron a establecer asociaciones de consumo, de producción, de socorros mutuos y de resistencia. Como si quisieran rescatar el tiempo perdido y alcanzar a los trabajadores de las otras naciones, que tantos años les llevaban de delantera, los trabajadores españoles, con más entusiasmo que conocimientos, con más fe que nunca, se lanzaron a formar asociaciones, muchas de las cuales han dado y están dando los mejores resultados, mientras otras fracasaron o arrastran una precaria existencia por falta de experiencia o por el indeferentismo y la apatía de la mayoría, que aún no comprende bien las ventajas de la asociación o que quisiera poder alcanzarlas todas en un día”.
[5] Para una introducción a la Corporación Mondragón se recomienda visionar el resumen en abierto del documental “Arizmendiarrieta. El hombre cooperativo” (2018). Este documental obtuvo once candidaturas a los Premios Goya 2019. El resumen mencionado, se puede visionar aquí.

Bibliografía

AJA, Eliseo (1976). Democracia y socialismo en el siglo XIX español. El pensamiento político de Fernando Garrido. Madrid: Cuadernos para el Diálogo.
DE LOS RÍOS, Fernando (2006). El sentido humanista del socialismo. Madrid: Biblioteca Nueva.
DOMÈNECH, Antoni (2019). El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista. Madrid: Akal.
GARRIDO, Fernando (1868). La República Democrática Federal Universal. 7ª ed. Prólogo de Emilio Castelar. Barcelona: Editorial de Manero.
—   (1879). La cooperación. Estudio teórico-práctico sobre las sociedades cooperativas de consumo y de producción en Inglaterra y otros países, especialmente en Cataluña. Imprenta de Oliveres.
—   (1971). Historia de las clases trabajadoras. IV. El trabajador asociado. Algorta: Zero.
HENNESSY, Charles Alistair Michael (2010). La República Federal en España. Pi y Margall y el movimiento republicano federal. 1868-1874. Escolar Bareño, Luis (trad.). Madrid: Los Libros de la Catarata.
OBSERVATORIO METROPOLITANO DE MADRID (2014). La apuesta municipalista. La democracia empieza por lo cercano. Madrid: Traficantes de Sueños.

*     *     *

Introducción de La cooperación

Entre las diferentes fases del movimiento progresivo de la civilización moderna, hay una, entre todas característica y contemporánea nuestra, cuya importancia y trascendencia no pueden desconocerse, siquiera no sea fácil apreciarlas todavía en todos sus efectos y consecuencias.

Hablamos de las sociedades cooperativas, que desde hace un tercio de siglo empezaron a fundar las clases trabajadoras, y que se van generalizando por todas las naciones civilizadas.

Bajo cualquier aspecto que se las considere, estas asociaciones merecen la atención del filósofo, del estadista y del filántropo, amantes de la humanidad, porque son un síntoma del progreso intelectual de las masas populares, porque llevan en su seno el germen de profundas transformaciones económicas y políticas, y en definitiva, porque abordando por medio de una organización científica, la solución del terrible problema de la miseria, las clases trabajadoras empiezan a mostrar que pueden bastarse a sí mismas para levantarse de los abismos de la ignorancia y de la postración en que vegetan.

Pero si todos los partidarios del progreso tienen el deber de fijar sus miradas en el movimiento cooperativo, y de contribuir a su desarrollo, mucho más aún las clases trabajadoras, que deben estar convencidas por una triste experiencia, de que fuera de la asociación no hay para ellas regeneración posible.

Sin duda el movimiento social de las clases trabajadoras produce variedad de aplicaciones del principio de asociación, principio elástico, que se presta a toda clase de combinaciones, correspondientes a todo género de necesidades.

Mas aunque varias de esas aplicaciones, ensayadas ya por los trabajadores, tengan importancia suma, y estén llamadas a contribuir poderosamente a su mejoramiento social e intelectual, no entra en la índole de este trabajo el ocuparnos de ellas. Contentarémonos con decir que todas, cual más, cual menos, contribuyen al mismo fin progresivo y regenerador, y que consideradas como síntomas, revelan la superioridad intelectual y moral de las clases obreras de nuestros tiempos, comparado con las de los precedentes, y son una garantía de su porvenir.

Es un hecho histórico, que sólo las asociaciones, que son, por decirlo así, corporeizaciones de las ideas, han dirigido y gobernado las sociedades humanas. Las minorías organizadas, dominaron y explotaron siempre a las desorganizadas mayorías. El aislamiento individual reduce el hombre a la impotencia, mientras la asociación de los individuos multiplica sus fuerzas; y llámense teocráticas, guerreras, aristocráticas, industriales o comerciales, todas las clases que sucesivamente imperaron en las naciones, lo debieron a la asociación, a los organismos que las agrupaban y jerarquizaban, dándoles la cohesión y la fuerza, así resistente como expansiva, gracias a la cual se enseñorearon del mundo.

Las grandes masas productoras, explotadas por las minorías asociadas, trataron muchas veces de sacudir el yugo, sublevándose contra los explotadores. Los esclavos de Roma, como los siervos de la gleba en la Edad Media, y los proletarios en los tiempos modernos, lucharon heroicamente, vertiendo sangre a torrentes; pero sus esfuerzos fueron estériles; y si alguna vez vencieron, su ignorancia y su aislamiento les impidieron aprovecharse de la victoria, y cayeron de nuevo bajo la dominación que aborrecían. Sólo los proletarios de la época actual dan asociándose muestras inequívocas de su superioridad intelectual y moral, relativamente a la de las generaciones pasadas. Asociándose para socorrerse mutuamente, para defender sus intereses, para resistir a opresiones explotadoras, para adquirir los objetos que consumen y para producir, se emanciparán de todo género de opresiones, adquirirán los instrumentos del trabajo, condición esencial de su emancipación económica, y regenerándose, regenerarán y moralizarán la sociedad entera, elevándola a una altura de prosperidad y de justicia desconocidas de las pasadas civilizaciones, y apenas entrevistas por la presente.

El camino es largo, áspero, penoso; grandes las dificultades, y no menor el peligro de extraviarse tomando atajos que lo abrevien y que, apartándose del punto de mira, lo alargan en lugar de acortarlo.

Las desilusiones, el desaliento, se apoderan de los ánimos que se imaginaban tocar el cielo con las manos apenas concebida la idea, que bastaba asociarse para convertir la vacía marmita en las ollas de Egipto.

Las tentaciones que a los más inteligentes ofrecen a cada paso los interesados en que las clases laboriosas no salgan del aislamiento y de la ignorancia, para que aliándose con ellos hagan abortar los generosos esfuerzos de los obreros que se asocian; la indiferente apatía de unos, la desconfianza de otros, la resistencia pasiva de los más, la escasez de recursos, la falta de capacidad administrativa, la oposición más o menos encubierta de los contrapuestos intereses, la falta de elevación en las ideas, tan natural en los que pasan la vida encorvados sobre la tierra, y encerrados en los talleres, sin medios de instruirse, todas estas causas y muchas otras parecen obstáculos insuperables ante los que debían estrellarse las tentativas de asociación de los trabajadores. Pero el hecho es, que, si bien dificultan la rapidez del establecimiento de nuevas asociaciones y la consolidación y engrandecimiento de las que cual fecundos gérmenes brotan a la vida, no han podido impedir que este regenerador movimiento nazca y se extienda en todas las naciones civilizadas, probando su vitalidad precisamente por las dificultades que tienen que vencer para afirmarse y desenvolverse.

¿Cuántos proyectos de asociación no abortaron? ¿Cuántas sociedades no se deshicieron apenas nacidas? ¿A cuántas no arruinaron la mala fe de sus administradores? ¿Cuántas no murieron por antipatías y antagonismos personales políticos o religiosos de sus miembros? ¿Cuántas no sucumbieron ante la coalición de las clases interesadas en la explotación de los trabajadores? Y sin embargo, como la asociación es el desiderátum, condición esencial de la solución del problema que se impone cual apremiante necesidad a la sociedad moderna, donde una se descompone otras se reconstruyen, lo que la ilusión perdió la fría razón y el convencimiento lo recobran; y el movimiento sigue su marcha ascendente a pesar de tantos obstáculos y contratiempos.

Cerca de cuarenta años hace ya que comenzamos en España la propaganda de los principios societarios, y aun a riesgo de que algún chusco nos diga: ¿Quieres que te lo cuente otra vez? continuamos en esta obrita la no interrumpida tarea, dedicándola a algunas asociaciones cooperativas de la provincia de Barcelona, que hemos tenido el gusto de visitar, y que sólo con el hecho de su existencia prueban la conveniencia de no dejar de esparcir la semilla, que tarde o temprano no podrá menos de dar sus frutos. Sí; hay que volverlo a contar cuantas veces sea necesario para que aproveche a todos aquellos a quienes interesa; y sólo sentimos que se agotarán nuestras fuerzas mucho antes de que todos nos hayan oído.

Las generaciones humanas no trabajan sólo para sí; cada una hereda algo de las precedentes, y con algo nuevo aumenta el capital de la que debe reemplazarla en el campo de la vida. Lo que una siembra otra lo recoge, las utopías de un día son las realidades del siguiente, y por eso sin ilusiones, pero convencidos y llenos de confianza en el porvenir, no hemos vacilado nunca en repetir las ideas de asociación que hemos creído justas y útiles a las clases trabajadoras.

*     *     *

Conclusión de La cooperación

I.

Muchas más de las citadas en esta breve memoria son las Sociedades cooperativas que existen en la provincia de Barcelona. Todas luchan con las dificultades inherentes a las empresas nuevas, dificultades agravadas por la prolongada crisis industrial, por la contribución de consumos y sus recargos, por las divisiones que producen las diferentes tendencias de las clases trabajadoras, inclinadas unas a las Sociedades de resistencia y otras a las cooperativas, aunque en realidad, lejos de ser incompatibles ambos sistemas de asociación, se completan recíprocamente.

La mejor prueba de este aserto la encontraremos en algunas de las cooperativas citadas en los precedentes capítulos, que deben su origen a las de resistencia, cuyos medios aumentan, gracias a las ventajas que obtienen de la cooperación.

Aunque los ensayos de asociaciones de todo género, que desde hace algunos años viene haciendo la minoría más perspicaz de esas clases, no produjera para ellas otros resultados que la enseñanza por la práctica, de los conocimientos administrativos, todos los amantes del progreso social deberían aplaudir y coadyuvar el establecimiento de las asociaciones, que para mejorar su suerte y adquirir la experiencia administrativa necesitan fundar las clases trabajadoras.

Hemos dicho que los amantes del progreso están interesados en el desarrollo del movimiento societario de los trabajadores; y debemos añadir que el mismo interés tienen los conservadores dignos de este nombre. El orden es tanto más sólido cuanto mayor es el número de interesados en su conservación: y desde que las clases laboriosas se asocian y crean intereses, no pueden menos que sufrir con el desorden y se convierten en conservadoras, en el buen sentido de la palabra.

La ignorancia y la miseria son perturbadoras; la ilustración y el bienestar conservadores; y los peligros de la libertad disminuyen proporcionalmente al progreso de la instrucción y del bienestar de los pueblos. Los conservadores, pues, están interesados en la elevación del nivel intelectual y del bienestar material de las clases trabajadoras.

Ya se comprenderá que al decir esto, no nos referimos a los reaccionarios que usurpan el título de conservadores, a los que, so pretexto de conservación social, quieren perpetuar privilegios, monopolios y abusos que, paralizando y estancando la sociedad, la destruyen en lugar de conservarla.

II.

La diversidad de métodos aplicados por las sociedades cooperativas citadas en esta Memoria, prueba hasta qué punto es elástico en sus aplicaciones el principio de asociación, y adaptable a todas las costumbres y maneras de ser de cada pueblo.

Grupos de obreros de todos los oficios, desde los pescadores de Badalona, hasta los labradores del Hospitalet y de Cornellá, además de los de las fábricas de tejidos y de otros oficios, con escasa instrucción, casi por instinto, han podido formar asociaciones de consumo, y de producción, manejando capitales, que han llegado a ser importantes, y hacerlas vivir y desarrollarse durante una serie de años, rodeados de dificultades, sin excluir las de las cuestiones personales, que suelen ser las más graves. ¿Qué no hubiera hecho, qué no harían si la instrucción iluminara sus pasos? ¿Qué no harán con la experiencia de las contrariedades vencidas?

Publicamos los datos referentes a las Sociedades de la provincia de Barcelona que hemos tenido el gusto de visitar para que sirvan de ejemplo y de modelo a los trabajadores de toda España, ya que hoy la creación de sociedades cooperativas de producción y de consumo cabe dentro de la legalidad, siquiera sea ésta tan restringida que no les dé la amplitud que gozan las de Inglaterra y otros países, y que les concedían las leyes españolas de 1869.

III.

La historia no ofrece ejemplo alguno de que los ideales acariciados por la humanidad, se realizaran nunca de un golpe, pero nos muestra que en su movimiento progresivo ha sobrepujado a las utopías de los filósofos que creyeron penetrar más lejos en los horizontes de lo futuro. Aplicando esta experiencia a los ideales de justicia y de armonía que la ciencia social deja entrever a las generaciones contemporáneas, estamos íntimamente convencidos de que las sociedades cooperativas de consumo y de producción, son un paso eficacísimo en las vías del progreso social.

Una de las lumbreras de la civilización moderna, Proudhon, ha dicho, que el porvenir de las clases trabajadoras depende de su capacidad administrativa, y en nuestro humilde concepto le sobraba la razón, porque hoy, el problema social es más administrativo y económico que otra cosa; y mal podrán resolverlo las clases trabajadoras mientras sean incapaces de administrar sus propios intereses.

¿Y qué mejor escuela de administración está al alcance de los trabajadores, que la práctica del principio de asociación en las sociedades cooperativas?

Cierto es que ésta, como toda enseñanza, requiere asiduidad y tiempo: ¿pero cuándo, en qué época o país se resolvieron prácticamente los problemas sociales, en veinticuatro horas, sobre todo si dependieron como éste de la iniciativa individual?

No os hagáis la ilusión de creer que seréis vosotros, obreros inteligentes y llenos de fe de la generación a quien dirijo estas líneas, los que cogeréis todo el fruto de vuestros esfuerzos y sacrificios, no; serán vuestros hijos, porque ellos, gracias a la educación que les dais, adquirirán ciencia y experiencia de que carecisteis vosotros, que tuvisteis la desgracia de no heredar más que ignorancia y preocupaciones. Vosotros tuvisteis la honra y la gloria de poner la primera piedra del edificio que vuestros hijos completarán, y por lo tanto, vuestra misión, si no es la más provechosa, es la más noble y digna de alabanza.

*     *     *

Fotografía en la que aparecen de pie, y de izquierda a derecha: Fernando Garrido, Élisée Reclus, José María Orense (sentado), Aristide Rey y Giuseppe Fanelli. Tomada probablemente en Madrid durante el viaje que Élisée Reclus, Aristide Rey y Giuseppe Fanelli realizaron por nuestra península entre 1868 y 1869.

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