Published on octubre 22nd, 2015 | by EcoPolítica
0Entrevista a Laura Duarte, portavoz de PACMA
Reflexiones sobre los derechos de los animales y el movimiento animalista
Por Sara Pastor [1], Ignacio Fresco [2] y Javier Zamora García [3]
PARTE I. DERECHOS DE LOS ANIMALES Y DERECHOS HUMANOS
EcoPolítica: El animalismo es un movimiento que defiende los derechos de los animales. ¿Por qué los animales tienen derechos, y de qué manera deberíamos garantizarlos?
Laura Duarte: Debemos aclarar que no reclamamos los mismos derechos para los animales que para las personas. Lo que reclamamos son derechos básicos que todo el mundo debería tener garantizados, como la vida o la libertad. No pedimos que los perros vayan a votar ni que vayan al colegio, pero sí que se respete su derecho básico a la vida. Nosotros entendemos que todos los animales viven y experimentan la vida de alguna manera, y reivindicamos que no se les arrebate su derecho a vivirla en libertad. A partir de ahí, ¿cómo legislar para garantizar que los animales tengan esos derechos? Resulta complicado, en primer lugar porque la sociedad en su conjunto no considera de la misma forma a todos los animales: hay animales que por su uso como parte de nuestra alimentación o vestimenta, están catalogados como animales de consumo, y la gente automáticamente no los contempla de la misma manera que a los animales de compañía u otros animales salvajes. Esto conlleva cierta hipocresía a la hora de avanzar en el reconocimiento de los animales como sujetos de derecho (como ya ocurre en algunos países europeos), dado que no se les reconoce a todos por igual. Por eso nosotros luchamos por que la sociedad evolucione hacia el respeto de todos los animales, pero entendemos que el proceso es progresivo, paso a paso.
EP: Cuando hablamos de defender el derecho básico a la vida de un animal, ¿hablamos también del derecho a una vida digna?
LD: Sí. Los humanos tendemos a entender la dignidad como algo propio nuestro, pero creo que es fácil ver que la vida que viven muchos animales es claramente indigna. Cuando hablamos del derecho a la vida y a la libertad automáticamente se incluye el derecho a la dignidad. El reconocimiento del derecho a la vida y a la libertad sería un primer paso para garantizar cierta dignidad. La razón principal por la que consideramos que los animales deben tener garantizado su derecho a una vida digna es que creemos que de verdad sufren y sienten, es decir, no son seres inertes que no perciban el dolor; al contrario, creemos que tienen la capacidad de disfrutar, de experimentar distintas sensaciones, y por tanto entendemos que cuando se les arrebata la vida, o se les maltrata, ellos sienten dolor, sufren, sienten angustia, estrés, ansiedad. En ese sentido, la defensa de su vida y de su libertad garantizadas de manera digna es para nosotros la base de lo que defendemos.
EP: Pero entonces la diferenciación es importante. No es lo mismo hablar del derecho a la vida que el derecho a una vida digna. Cuando hablamos de animales que acaban siendo de consumo humano podríamos defender por ejemplo que una gallina viva en dignidad a lo largo de su vida, aunque al final se le vaya a arrebatar su derecho a la vida. ¿Un animalista aceptaría esto?
LD: Nosotros consideramos que los animales que están en granjas y que son destinados a consumo, tienen su vida garantizada durante un tiempo pero no su libertad. Son animales que viven encarcelados, no pueden elegir estar ahí, y por tanto no tienen libertad para decidir dónde quieren estar. Y por tanto entendemos que no se garantiza la base de lo que nosotros defendemos, la vida y la libertad. Entendemos que el lugar de los animales no es una granja de producción, y por tanto su vida ahí no es digna.
EP: Teniendo en cuenta que a mucha gente le parece inconcebible que los animales tengan “derechos”, dado que no pueden reclamarlos ni existen en el mundo natural, ¿de qué manera se diferencian y relacionan los derechos animales de los derechos humanos?
LD: Hay que hacer la observación de que también hay personas, seres humanos, que no tienen capacidad para reclamar sus derechos ni para responder a obligaciones. Personas discapacitadas, bebés, personas que no puedan expresarse… Sin embargo respetamos su vida. Nosotros creemos que se podría garantizar eso mismo para los animales. A todos nos escandalizaría escuchar que un bebé no tiene derecho a disfrutar de su vida, o que una persona incapacitada o en estado terminal no tiene derecho a la vida. Para nosotros la base de todo es que esa persona tenga capacidad para sentir y sufrir, y si ella por sí misma no puede reclamar sus derechos debemos ser otros quienes garanticemos que se le respeten sus derechos básicos y esenciales, tanto para los animales como para las personas.
EP: ¿Cuáles son entonces los límites de los “derechos de los animales”? ¿Cómo debemos enlazar la defensa de su libertad con, por ejemplo, el uso de animales de compañía?
LD: Este es un punto que es objeto de debate incluso dentro de los grupos animalistas. Sucede que hay un grupo de animales que han sido ya “sometidos” al uso del hombre, animales que tradicionalmente han convivido por milenios con los humanos. Hay gente que entiende que estos animales deberían vivir en libertad, y hay personas que, como yo, creemos que el entorno que hemos creado impide que esos animales puedan vivir en libertad garantizando su libertad, su vida y su seguridad. Hoy en día un perro o un gato no podrían sobrevivir en la calle. Hay animales que por su entorno y su desarrollo a lo largo de los años sí que podrían vivir en libertad, y otros que viven en un entorno completamente alterado y en el cual no podrían sobrevivir en libertad. Eso sí, a los animales que vivan con nosotros hay que garantizarles una cierta calidad de vida de acuerdo a sus necesidades.
EP: Pero por ejemplo, pensemos en la castración de mascotas. ¿No se vulnera en cierto modo la dignidad o la integridad física del animal?
LD: El tema de la esterilización es desde luego un tema que suscita un gran debate. Yo, personalmente, sí que estoy de acuerdo con la esterilización porque creo que de esa manera ayudamos al conjunto de los animales. Hay un número indecente de animales abandonados, buscando un hogar, esperando una casa, y si nosotros no tenemos la responsabilidad de esterilizar a los animales que conviven con nosotros, o que viven en la calle en el caso de las colonias de gatos, por ejemplo, estamos de alguna manera alimentando que el número de animales que necesita nuestra ayuda sea mucho mayor. Por otro lado, no pensamos que mediante la esterilización estemos limitando de ninguna manera su libertad, dado que ellos no tienen una capacidad de razonamiento lógico respecto a su sexualidad y reproducción. Por lo tanto, siempre y cuando sea de una manera correcta, indolora y garantizando su seguridad, entendemos que no se le perjudica de ninguna manera, sino que es incluso un beneficio para su salud, como muchos veterinarios recomiendan para evitar algunas enfermedades.
Dicho esto, es importante volver a recalcar que no podemos entender los derechos de los animales de igual manera que los derechos humanos. Un animal no entiende su derecho a la libertad sexual como lo entendemos nosotros, ellos actúan de manera instintiva, y efectivamente si les esterilizamos estaremos cortando su normal desarrollo, pero ellos no lo entienden como una coartación de su libertad. No sufren en ese sentido, ningún gato se deprime por ello, al contrario, viven mejor su vida, y somos nosotros, ya que ellos no tienen la capacidad de decisión, los que decidimos por ellos lo que es mejor.
EP: Si los derechos tienen algo que ver con nuestras necesidades, parece lógico entender que es más complicado entender las necesidades de un ser que no las expresa que las de un ser que sí lo hace, como el ser humano. Parece que la ciencia puede ayudarnos a entender las necesidades de ciertos animales, pero, ¿hasta qué punto entonces puede un ciudadano normal respetar los derechos de un animal sin humanizarlo?
LD: En primer lugar, creo que debemos diferenciar entre los animales que deben vivir en libertad, porque tienen capacidad para hacerlo, como por ejemplo los animales que están encerrados en zoológicos, en circos o en granjas; y los animales que no pueden vivir en libertad y dependen de nosotros, en cuyo caso somos nosotros quienes decidimos por ellos. En cuando a los animales que deberían vivir en libertad, entendemos que lo único que deberíamos hacer es apartarnos, no intervenir, dejarlos que vivan como han vivido siempre. Evidentemente la naturaleza tampoco es justa, y para algunos es más fácil sobrevivir que para otros, pero desde luego creemos que lo peor que le ha podido ocurrir a la naturaleza y a los animales es que nosotros hayamos intervenido. A los animales que dependen de nosotros, por el contrario, debemos intentar garantizar y satisfacer sus necesidades y adaptarlos a nuestra vida, para garantizar que puedan vivir bien mientras vivan con nosotros. Desde luego es complicado llegar a entender plenamente sus necesidades, como también lo es para un padre entender a su bebe cuando se pone a llorar, la diferencia es que el bebé crece y aprende a decir lo que necesita, y un animal es como un bebé toda la vida. Si bien es complicado, acaba habiendo un entendimiento, llega un momento que entiendes lo que te está pidiendo, no nos comunicamos en el mismo lenguaje pero nos entendemos mutuamente. Apelando a esto y al sentido común podremos acercarnos a garantizar que vivan lo mejor posible.
EP: Sin embargo, parece que tenemos mayor capacidad de compasión por animales mamíferos que por otras especies, como peces o insectos. ¿Hay una escala en la defensa de los animales?
LD: Está claro que todos empatizamos más con unos animales que con otros, y por desgracia ocurre incluso entre seres humanos. Es triste, pero no percibimos las desgracias de la misma manera cuando ocurren en un lugar o en otro. La cercanía cultural, la cercanía social, la forma de vida, nos acercan más a unas personas que a otras, y aunque es algo que deba apenarnos porque conlleva una falta de solidaridad muchas veces, sucede que no nos llegan por igual las desgracias dependiendo de quién las sufra. Podríamos establecer cierto paralelismo con los animales. Con aquellos con los que convivimos o tenemos más cercanía, se empatiza más: es más fácil empatizar con un perro que con una trucha, desde luego. Además hay animales más expresivos que otros, y esto facilita que sintamos más pena o compasión.
Nosotros siempre apelamos al concepto de la empatía porque creemos que eso es lo que nos acerca unos a los otros. La cercanía cultural o sentimental es lo que nos acerca más a unos animales que a los otros. Nosotros, por coherencia, reivindicamos derechos para todos los animales por igual, para aquellos con los que convivimos, para aquellos destinados al comercio y al consumo, y para aquellos que ya viven en libertad. Sin embargo entendemos que esta lucha es progresiva, y que la sociedad no lo entiende igual, y si bien mucha gente se apena al ver un perrito muerto no sienten la misma empatía por otros animales que son parte de su alimentación. Es algo que conlleva un proceso de concienciación y evolución de la sociedad. Hay otros países en Europa que han avanzado mucho en este sentido, lo cual se puede ver en el número de personas vegetarianas, por ejemplo, que quintuplica el de España, en donde queda mucho por evolucionar.
EP: Pero haciendo hincapié en la diferencia de empatía que sentimos hacia unos animales u otros, ya saliendo del mundo de los mamíferos, el distanciamiento es mucho mayor cuando se trata de un insecto, por el cual sentimos poca o nula compasión.
LD: Claro, es indudable que es complicado explicar que una hormiga o una abeja tengan una vida, que la tienen realmente, aunque nos sea difícil percibirlo. Aquí hay una cuestión que influye, y es la expresividad. Pongamos por caso los peces, que son los animales que más mueren en el mundo, de hecho no se contabilizan en número sino en toneladas. Son animales inexpresivos generalmente, y si los comparamos por ejemplo con los delfines la diferencia es clara: sentimos que se comunican con nosotros, con esa aparente sonrisa que tienen…y nos sentimos cercanos a ellos gracias a esos rasgos. En cambio los peces no emiten sonidos, no tienen la capacidad de hacer gestos con su cara, y esto en cierto modo nos aleja de ellos. Podemos llegar al razonamiento lógico de que sí tienen la capacidad de sufrir, puesto que tienen un sistema nervioso, se reproducen, y por tanto sienten, pero no lo aparentan. Y cuando hablamos de la empatía esto es fundamental: podemos ver una expresión de alegría o dolor en un perro o en una vaca, el miedo en sus ojos. Hay animales que, como los peces o los insectos, no gozan de esa capacidad, y esto nos aleja muchísimo de ellos.
EP: En algunas intervenciones mediáticas has explicado que PACMA tiene tres pilares de propuestas: derechos de los animales, defensa del medioambiente, y justicia social para todos. ¿De qué manera se relaciona la justicia social con los derechos de los animales?
LD: Cuando nosotros hablamos de justicia social principalmente pensamos en las personas, porque entendemos que cuando alcancemos los derechos para los animales lo que debería haber es una armonía social que permita que todos, humanos y animales, gocen de una igualdad y unos derechos. Aspiramos a que todos los seres tengan derecho a vivir tranquilamente, en paz y libertad. Cuando hablamos de justicia social nos referimos a lo que entendemos como una necesaria igualdad social entre personas, y una garantía de derechos de los que nos hemos dotado en la sociedad humana, atendiendo a unas necesidades muy distintas a las de los animales. Sin embargo, ninguna ideología ni partido representa lo que nosotros defendemos. Entendemos que el animalismo o la defensa de los animales es una ideología en sí misma, que incluye a animales y personas en los conceptos de libertad y de igualdad. Dicho esto, PACMA defiende tres pilares: los derechos de los animales, el medioambiente, y la justicia social. Este último bloque iría enfocado a los derechos para las personas, mientras que el medioambiente sería el bloque necesario para que los otros dos puedan darse en armonía.
EP: En el contexto de los programas y las propuestas electorales, es frecuente escuchar críticas a las propuestas y reivindicaciones animalistas, muchas veces atacadas con el argumento de que tiene que haber un “orden de prioridades”, y que primero debemos resolver los “problemas de los humanos”, máxime en época de crisis. ¿Cómo respondería a esa crítica? ¿Cómo puede hacer PACMA para evitar tener el estigma de ser un partido que no atiende a dicho “orden de prioridades”?
LD: En primer lugar hay que tener en cuenta que si los animalistas nos centramos en la defensa de los derechos de los animales, es porque nadie más lo hace. Entendemos que es una carencia dentro de la política. Siempre decimos que ojalá PACMA no tuviese que existir, y que estos derechos estuviesen bien interiorizados por todos los partidos políticos.
Partiendo de ahí, no es incompatible defender los derechos de los animales y los derechos sociales. No es incompatible reclamar que se prohíban las corridas de toros a la vez que una educación o sanidad pública. Al revés, el dinero que se está destinando a financiar algo que para nosotros es inaceptable, se podría invertir en más desarrollo social.
Los animalistas consideramos que las injusticias que se cometen con los animales guardan mucha relación con la sociedad en la que vivimos. Una sociedad evolucionada es una sociedad que respeta e integra a los animales como sujetos de derecho. Muchas veces, lo que suele suceder es que los países más involucionados desprotegen y desmerecen a todo el mundo, tanto a las personas como a los animales. Por eso en España, por ejemplo, no sólo estamos a la cola de Europa en la mayoría de los derechos sociales, sino también en abandono de animales o número de animales maltratados. Es decir, en el evolucionar tienen que ir de la mano tanto los derechos sociales como los derechos de los animales. Lo que ocurre es que en nuestro país quizá hay partidos políticos o personas que han vedado esa visión, y consideran que es algo secundario. Si consideramos que esto es algo secundario o residual, entonces nunca vamos a ser una sociedad evolucionada
EP: En Ecuador, a propósito de la Constitucionalización de los derechos de la Naturaleza, el Gobierno está teniendo que enfrentar situaciones en las que los derechos de la Naturaleza entran en conflicto con políticas públicas de bienestar. El caso más evidente son los conflictos en el sector petrolero y en la minería, donde las políticas implementadas aportan muchos recursos para políticas sociales, pero al mismo tiempo implican importantes impactos ambientales incluso en áreas naturales protegidas. En el caso de España donde la situación económica tampoco es fácil, ¿cómo crees que debe actuarse en una situación entre un conflicto entre los Derechos Humanos y los derechos de la Naturaleza?
LD: Cada vez que hay un conflicto entre la economía y el medio ambiente, lo que hay en medio suelen ser intereses particulares. Si España, que podría ser un modelo de producción de energías renovables dadas sus cualidades y virtudes climatológicas, condena este tipo de energía mediante cánones, y paraliza la producción de energía eólica, es porque hay intereses con empresas privadas, principalmente petroleras o de gas natural.
Por lo tanto, el problema es que no hay un verdadero interés por tratar de proteger el entorno a la vez que se crece económicamente. Lo que hay es otro tipo de interés, ajenos completamente a que la población se pueda beneficiar económicamente de un cuidado del medio ambiente.
EP: ¿Y si habláramos de un caso como el de Ecuador, donde en principio son políticas públicas y asistenciales que lo que buscan es mejorar el bienestar de las personas y donde no está tan claro el interés de corporaciones privadas? O podemos poner como ejemplo un supuesto hipotético donde agricultores quieren extender sus campos, y como parte de una política pública, se les concede más tierras, pero eso va a entrar en conflicto con el medio ambiente por dañar el ecosistema.
LD: Está claro que hay varios problemas que son difíciles de enfocar y no tienen fácil solución. El ejemplo de los agricultores que has puesto muestra que el problema está en cómo se reparten los recursos, sobre todo a nivel global. Un claro ejemplo de distribución global, y que implica no sólo un perjuicio para el medio ambiente sino también para los animales, es la creación de granjas para producción ganadera industrial. La gran mayoría del ganado que se cultiva en Occidente se alimenta con cereales traídos desde África. Es decir, les expropiamos los recursos naturales para encima dañar también al medio ambiente, mediante las grandes emisiones de CO2 que este tipo de ganadería produce. Es decir, creamos un ciclo desproporcional.
Nosotros pensamos que sí que hay recursos naturales suficientes para alimentar a la población global con lo que necesita. Analizamos muchas veces el problema como si fuese local, cuando lo que tenemos es un problema global. Hay un número de países que están expropiando y explotando a prácticamente la mitad del planeta para alimentar a menos de una cuarta parte. Entonces lo que tenemos es en realidad un problema de consumo. Lo que hay que hacer es cambiar el modelo de consumo actual, empezando por supuesto por cambiar los hábitos. No es que esto tenga relación directamente con los derechos de los animales, pero tanto la ONU como la FAO alertan de que es imposible que los recursos naturales puedan alcanzar durante muchas más décadas con el nivel de consumo actual. Un informe de la FAO alerta de que en 10 años, si no se convierte una parte de la población en vegetariana, el problema se va a agudizar.
Sí que creo que, sin dañar más al planeta, tenemos recursos suficientes para seguir sobreviviendo. Pero hay que tener claro que el mayor perjuicio ambiental para el planeta y lo que más contamina, después del transporte, es la producción ganadera. Este es un problema que, debido al modelo de consumo que hemos creado, nadie ataja. Si no empezamos por encontrar soluciones a ese problema de consumo, es imposible no hay soluciones que un país pueda adoptar que no vayan a suponer en mayor o menor grado un problema.
EP: Y siendo un problema global, ¿cómo actuáis vosotros siendo un actor nacional? ¿Cómo conectáis lo global con lo nacional?
LD: Es difícil desde luego, porque para conseguir un cambio real se necesita un compromiso global entre muchos países. Por eso nuestros objetivos, siendo además un partido nacional sin representación institucional, es tratar de concienciar. Nosotros damos la misma importancia al hecho de avanzar institucionalmente que concienciar e informar a la población. Falta información, concienciación, y compromisos individuales. Mientras los países a nivel global no se organicen para asumir un problema que es de todos, pues debemos de ser nosotros quienes adoptemos un consumo responsable.
Por eso, no sólo concienciamos en lo que respecta al medio ambiente, sino también respecto al trato que reciben los animales, porque creemos que es una manera sencilla de que la gente se comprometa. Personalmente creo que si cada uno de nosotros adoptamos un modelo de consumo responsable y cambiamos algunos de nuestros hábitos, podremos ir cambiando poco a poco la situación a nivel global. Es difícil, desde luego, pero por abajo es por donde hay que empezar. Ya que no estamos arriba, en las instituciones, hay que empezar por abajo a sentar unas bases.
EP: Mucha gente pensará que la civilización humana tiene sus cimientos en la dominación sobre el resto de seres y el entorno, en la medida en que esa dominación es la que nos garantiza la supervivencia; e incluso se asocia con el progreso y la evolución humanas. Dominar el entorno, controlar las cosechas, las crecidas de los ríos, domesticar animales… ¿Cómo convencerías a la gente que una sociedad humana en armonía y respeto con los animales no es una utopía, sino algo que se puede conseguir?
LD: Para empezar, pienso que ese control del entorno que para mucha gente ha sido la garantía de nuestra evolución, es en realidad la garantía de la destrucción de todo lo que nos rodea. No cabe duda de que el ser humano ha sido el animal que más ha devastado el planeta, y para frenar esto, hay que cambiar todo el modelo de pensamiento actual. Además, cuando hablamos de evolución gracias a la dominación, realmente de lo que estamos hablando es de que una parte de las personas que habitan este planeta ha sometido por igual a los animales, la naturaleza, y a otra parte de la población. La única manera de cambiar este sistema de evolución es mediante un compromiso de todos los agentes sociales (sociedad civil, partidos políticos, asociaciones…) y la creación de una conciencia de base. Esto es muy difícil, porque la conciencia la creamos personas concienciadas, y ésta es una minoría en la sociedad.
PARTE II. LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES EN PERSPECTIVA
EP: Parece que existen algunas corrientes de pensamiento político actuales tales como la ecología política o el Buen Vivir que, siendo ecologistas, también defienden los derechos de la Naturaleza y de los animales, así como una relación distinta del hombre respecto de la misma. ¿Estás al tanto de estas corrientes? ¿Qué opinión te merecen?
LD: Siempre parece haber un conflicto, una especie de enfrentamiento entre animalistas y ecologistas, en el que cada uno defiende cosas distintas que no son compatibles. Nosotros pensamos que justo es lo contrario: que el animalismo necesariamente integra al ecologismo, pero que hay corrientes ecologistas que no integran el animalismo. Hay muchas corrientes ecologistas (que no sé si son a las que te refieres) que lo que promueven es la protección del medio ambiente y de las especies, incluso frente a los derechos de los individuos. Nosotros defendemos a los animales como individuos independientemente de la especie. Esa es la gran diferencia entre ecologistas y animalistas.
Pero sí que tenemos un punto en común con los ecologistas, que es la defensa del entorno. Nosotros creemos que hay que encontrar un punto de encuentro entre defender el entorno (políticas que protejan al planeta en su conjunto) pero sin perjudicar a los individuos, a los animales, que tienen, como explicaba antes, el derecho a la vida y a la libertad. Entonces, aunque sí que hay un punto de fricción, en su conjunto creo que hay más encuentro que desencuentro. Y yo pienso que deben integrarse ambas cosas. La defensa de la ecología sin más (el ecologismo entendido como la protección del medio ambiente, como defienden algunos partidos), no tiene sentido si no se integran los derechos de los animales. Lo entendemos todo como un conjunto.
EP: Bueno, pero precisamente las teorías como la del Buen Vivir integran este mismo punto que acabas de decir. Sin embargo, no dejan de ser teorías, filosofías o corrientes políticas que se denominan ecologistas. ¿Hay entonces una diferencia entre un ecologista y un animalista?
LD: Yo creo que sí. Un animalista es una persona que defiende el conjunto de las cosas: de los animales y de su entorno. Sin embargo, el ecologismo defiende a los animales como parte de una especie. Un ecologista defiende, por ejemplo, la preservación de una especie a toda costa, sea como sea. A modo de ejemplo, para un ecologista es normal criar individuos en cautividad con el objetivo de preservar su especie y evitar su extinción. Los animalistas, en cambio, consideramos más importante la vida de ese individuo en concreto que la preservación de una especie. Nos parece más importante que cada uno los animales que hay en el planeta puedan preservar su vida y su libertad, que conservar una especie a toda costa, sea como sea.
EP: ¿Significa eso que si hay un entorno que se ve en peligro por la sobrepoblación de una especie, los animalistas serían totalmente contrarios a la reducción del número de esa especie como mecanismo de control, aunque sea por mecanismos como la castración, para evitar que esa especie pueda seguir reproduciéndose?
LD: Con la castración como mecanismo de control sí que estaríamos de acuerdo. Por eso decimos que intentamos converger los derechos de los animales y la protección del entorno.
En España existe un gran conflicto por la publicación de un catálogo que se publicó sobre especies invasoras, en el que se catalogaron hasta más de mil especies consideradas como invasoras, y que podrían deteriorar nuestro entorno. La solución que plantearon asociaciones y organizaciones ecologistas como Greenpeace o Ecologistas en Acción, es directamente el exterminio y la caza selectiva de esos animales, para garantizar así la supervivencia de las especies autóctonas sobre estas especies invasoras. Nosotros con eso estamos totalmente en contra. En primer lugar porque estas especies invasoras llegaron casi siempre mediante la intervención del hombre. Y en segundo, porque valoramos la vida de cada uno de esos animales individualmente, y consideramos que tienen derecho vivir incluso aunque sean considerados una plaga. Por ejemplo, en España hay un gran problema en algunas zonas con los conejos de campo, y algunas organizaciones plantean su caza selectiva (aunque no masiva) para controlar su población. Nosotros estamos en contra de eso, y defendemos que hay que encontrar una solución alternativa no letal, como el traslado de poblaciones o la esterilización. Pero nunca mediante la caza, muerte o exterminio. Ese es el gran punto de desencuentro entre animalistas y ecologistas.
EP: Entonces como animalistas estarías totalmente en contra de la caza no sólo como afición, sino también como control de población.
LD: Totalmente en contra. Consideramos que hay que encontrar soluciones no letales, porque valoramos la vida de esos animales como valoramos también la nuestra. Entendemos que si este mismo problema se planteara con una sobrepoblación de personas, a nadie se le pasaría por la cabeza plantear el exterminio de una parte de la población. Absolutamente a nadie. Nos llevaríamos las manos a la cabeza. Habría que encontrar otras soluciones, como potenciar planes de no reproducción. Lo cual además, cuando ocurre, como ya pasó en China, ha sido súper polémico. Pero nunca concebimos el exterminio como una solución al problema. Y de la misma manera, entendemos que debería ocurrir con los animales.
EP: En la sociedad actual, ser animalista y mantener la coherencia con ello en el día a día se ve como un sacrificio. Por ejemplo, renunciar a vestir determinadas prendas, a usar determinados productos cosméticos, o a comer productos de origen animal. ¿Se puede ser animalista y coherente sin sacrificio? ¿Cómo convencer a la gente de ello?
LD: Renunciar a algo siempre resulta complicado, pero si uno quiere ser realmente coherente con el animalismo, debería renunciar a ciertas cosas. Nosotros entendemos que por complicado que sea, es posible. Yo llevo muchos años viviendo así y me considero una persona completamente normal a pesar de que no como animales, no visto con pieles, no voy a los zoos o evito comprar productos que hayan sido testados en animales o de origen animal. Es difícil y supone al principio un esfuerzo sobre todo por el estigma social. Hoy en día es muy fácil no comer animales en tu casa. Hay un montón de opciones y es sencillo. El mayor problema está en superar eso socialmente: ser la persona señalada, ser el raro, el que no puede ir con sus amigos a la pizzería porque no puede comer queso, ser el que no se puede ir de cañas una tarde porque no le valen las tapas… Supone alejarte de la sociedad o sobreponerte a ello y vivir con eso, que es lo realmente difícil para mucha gente. El cuestionamiento en tu entorno (tu familia, tus amigos), las risas, las críticas… En fin, eso es lo difícil. Y no todo el mundo a lo mejor está dispuesto a hacerlo.
Por eso sí que creemos que tampoco nuestra sociedad está preparada. No es igual de fácil ser vegetariano en Cantabria que en Madrid, o en España que en Europa. Y nos parece importante que se normalice, que poco a poco haya más opciones para alimentarnos, vestirnos, etc. Eso es lo que va a asegurar y a garantizar que en un futuro la gente no le resulte un problema sino incluso un aliciente, porque la verdad es que hay alternativas fantásticas que la gente desconoce y que son muchísimo mejores y más saludables que las que todo el mundo consume. En ese sentido, no consideramos que sea algo que haya que imponer. La sociedad debe convencerse a sí misma de que ese es el camino que hay que seguir. Yo me he convencido a mí misma, trato de convencer a los que me rodean y se irán convenciendo poco a poco. Y lo que hay que crear es un entorno donde evolucionar en ese sentido sea sencillo, sea cómodo, sea fácil, sea barato y sea accesible para todo el mundo. Hasta que ese día llegue, desde luego el estigma social es la barrera más grande, porque hay muchas personas que deciden hacerse vegetarianas y lo abandonan después porque se ven incapaces de superar esa barrera. Y eso es muy triste la verdad, pero es así.
EP: Solemos hablar del maltrato animal con palabras que expresan una condena moral: barbarie, incultura, salvajada, falta de humanidad… Pero más allá de juicios morales, ¿qué causas pueden explicar en que alguien cometa maltrato animal?
LD: Nos lo preguntamos todos los días, porque cada día conocemos casos terribles que uno no puede entender que sigan ocurriendo. Yo creo que la base del problema en España está en el conocimiento y la cultura que hemos adquirido a lo largo de los años. Esto mismo puede que ocurra aisladamente en otros países pero en España es algo normal. A los animales siempre se les ha tratado mal en nuestro país. Es cierto que aunque todo tu entorno piense de otra manera, uno tiene siempre la capacidad de darse cuenta que eso no es lo correcto. Pero cuando uno de nuestros mayores estereotipos – las corridas de toros – consiste en maltratar animales, es difícil cambiar la base social y que no se entienda como normal colgar a un galgo, pegar a un gato o quemar a un perro. Y los responsables son aquellos que siguen permitiendo que el maltrato animal forme parte de nuestras tradiciones.
Es cierto que hay una evolución. Las nuevas generaciones entienden ya el respeto a los animales de otra manera. Los niños empatizan muchísimo con los animales y afortunadamente van entendiendo que sus mayores se divertían con absolutas barbaridades. Pero sigue habiendo esa España profunda, que es donde principalmente ocurren estas cosas. El Toro de la Vega es un ejemplo. Que un pueblo se divierta lanceando a un animal es un concepto tan medieval que uno no entiende cómo eso puede ocurrir. Pues no solo ocurre sino que se potencia, se financia, se paga con dinero público y hay partidos dispuestos incluso a defender que eso es parte de nuestra tradición. Mientras todo eso no lo erradiquemos y no creemos una verdadera cultura de respeto hacia los animales, será inevitable que el maltrato animal siga ocurriendo en aquellos lugares donde es algo normal, diario y cotidiano. Por eso creemos que es importante prohibir aquellas actividades que objetivamente son dañinas con los animales, como la caza de galgo o las corridas de toros.
EP: ¿Entendéis que existe alguna relación entre el maltrato animal y el resto de maltratos, tales como la discriminación, la explotación o la violencia de género?
LD: No solo nosotros, sino que hay informes y datos estadísticos. En EEUU, el FBI ha mostrado que el 30% de las personas que han matado a sus parejas habían sido antes violentos con sus animales con los que convivían. Existe una relación directa, y nosotros lo que añadimos es que hay una impunidad con el maltrato animal. Las personas que son violentas canalizan esa violenta con el maltrato animal porque es gratis, barato e impune; pero son personas que en cualquier momento pueden ejercer otro tipo de violencia, y se ha demostrado que es así. Hay muchos casos de violencia de género en nuestro país en los que había denuncias previas no solo de maltrato hacia la mujer sino hacia los animales que convivían previamente en el domicilio. Esa relación directa entre las diferentes formas de violencia es una de las cosas a las que apelamos muchas veces para alertar de la importancia que se le debería dar al maltrato animal, no solo por los animales sino porque socialmente es un problema. Y dado que España es uno de los países que tiene mayores índices de maltrato – tanto de género como animal – deberíamos prestar más atención a la relación entre esas dos cuestiones.
PARTE III. PACMA
EP: PACMA son las siglas del Partido Animalista o del Partido contra el Maltrato Animal. ¿Por qué en nuestro país hace falta un partido centrado en los animales?
LD: Cuando se creó PACMA se hizo precisamente porque había esa carencia en el espectro político. Han pasado ya 11 años, y todos los partidos siguen dando la espalda completamente a los animales. Por eso seguimos considerando fundamental que haya un partido que centre su atención y su trabajo en la defensa de los animales. Además, creemos que durante estos años ha servido para crear conciencia, algo en lo que también han colaborado muchas organizaciones animalistas que han ido creciendo durante estos años. Eso ha contribuido a generar un cambio social: hay una mayor sensibilidad, una mayor preocupación y un mayor rechazo a las fiestas con animales y al maltrato animal, y creemos que en parte es mérito de ese trabajo de conciencia constante que se ha hecho, aparte del trabajo político. Ojalá no hiciera falta, pero otros partidos no consideran los derechos de los animales una prioridad, algo importante. De hecho, en la mayor parte de países europeos hay ahora partidos animalistas, que justamente lo que hacen es canalizar ese trabajo que otros partidos relegan a un segundo plano.
EP: Parece que los partidos han sido tradicionalmente entendidos como organizaciones políticas que abarcan todos los ámbitos y cuyo objetivo es conseguir gobernar, mientras que la defensa de un solo tema – como los derechos de los animales – ha descansado tradicionalmente en otro tipo de organizaciones, tales como las asociaciones u ONGs de las que has hablado. ¿Creéis que la labor de estas organizaciones en es insuficiente en el ámbito de la defensa de los derechos de los animales? ¿Qué aporta ser un partido?
LD: Hay países donde hay partidos feministas porque se considera que hay una carencia en el resto de los partidos respecto de los derechos de las mujeres. Lo mismo pasa en España con la defensa de los animales. Allí donde hay una diferencia tan grande entre los derechos que se entienden comunes y algunos colectivos que son discriminados, es necesario visibilizar los problemas de esos colectivos
a través de un partido que los represente. Si todos los partidos o alguno de los partidos de nuestro país tomasen como importante los problemas que tienen los animales, PACMA probablemente no tendría que existir. Lamentablemente, igual que hay países donde los derechos de las mujeres no están garantizados, hay países como el nuestro donde los derechos de los animales ni siquiera están contemplados. Por eso pensamos que la tendencia es que los partidos “monotemáticos” tiendan a desaparecer, pero en el momento en que se alcancen los derechos para esos colectivos discriminados.
EP: Precisamente porque el tema de vuestro partido es transversal y además muy centrado en la concienciación como hemos estado hablando, ¿por qué no hacerlo a través de otro tipo de organización como una ONG, que en principio tienen por labor la concienciación y la presión a otros actores? ¿Qué aporta ser un partido?
LD: Son trabajos que se complementan. Nosotros trabajamos de la mano de la mayoría de las organizaciones animalistas, que hacen un trabajo de base de concienciación. Nosotros también lo hacemos, pero principalmente lo hacen estas organizaciones. Por ejemplo Igualdad Animal, que es una organización centrada en hacer constantemente investigaciones que sacan a la luz la situación de los animales. Sin embargo, nosotros pensamos que políticamente se pueden y se deben hacer cambios que de alguna manera trasladen esa conciencia que se ha creado a la política. Impulsar iniciativas legislativas, hacer cambios de legislación que puedan afectar a los animales, prohibir cosas que consideramos que deben ser prohibidas… Y si no hay ningún partido ahora mismo en las instituciones dispuesto a hacerlo por mucho que los ciudadanos lo reclamen, consideramos que ahí es donde tenemos que estar nosotros para impulsar esos cambios legislativos. Las cosas no solo se consiguen a través de la conciencia, sino gracias a cambios legales que garanticen derechos para los animales. Y eso se puede hacer a través de la política
EP: ¿Qué opinión os merece la posición respecto de los derechos de los animales de otros partidos ecologistas españoles como Equo, ICV, Compromís respecto de los derechos de los animales? ¿Hasta qué punto se podría llegar a un punto de encuentro con estos partidos?
LD: Nos lo ha planteado mucha gente muchas veces. Nosotros nunca hemos descartado en principio poder confluir con alguien llegado en caso, pero sí que hay unas líneas mínimas que se deben cumplir, y ninguno de estos partidos las cumple. Una de ellas es la caza, que constituye nuestra gran diferencia con Equo. Ellos sí defienden la caza selectiva para control de poblaciones y especies, y nosotros no estamos de acuerdo. Otro de los ejemplos que has puesto es Compromís, que es un partido que en muchos de los municipios de los que gobierna en la Comunidad Valenciana mantiene los festejos taurinos y se niega a prohibirlos.
Para nosotros hay cosas que son líneas mínimas, y las personas que nos apoyan no entenderían la confluencia con un partido que no cumpla con ellas. Entiendo que hay cosas en las que no podríamos llegar a un acuerdo, como puede ser la alimentación. Hay cuestiones que se nos quedan muy lejos y que ni siquiera nosotros vamos a poder abordar hoy como querríamos. Pero hay cosas que para nosotros son mínimas y que hoy en día se pueden hacer sin mayor complicación. Es decir, prohíbo los festejos taurinos y punto. Pero otros partidos no tienen ese compromiso y ese interés con algunas cuestiones que para nosotros son una línea infranqueable. Además, consideramos que sería una traición a las personas que nos siguen y que sí son fieles a esos principios mínimos. Aunque el objetivo es llegar a las instituciones, hay que hacerlo manteniendo unos principios y objetivos mínimos. Mientras ningún otro partido esté dispuesto a asegurarlos, nosotros no estaremos dispuestos a confluir con ellos.
EP: ¿Qué relación tenéis con organizaciones de la sociedad civil, tales como asociaciones y movimientos sociales (protectoras, Ecologistas en Acción), u ONGs como Greenpeace, WWF o Seo/Bird Life?
LD: Tenemos muy buena relación con todos y además es algo que tratamos de ampliar y mejorar. Cuando hemos querido ampliar nuestras propuestas y nuestros objetivos hacia la justicia social de la que hablábamos antes, nos hemos reunido con todo tipo de organizaciones que trabajan directamente en esas áreas y cuyo apoyo y su compromiso nos parece fundamental. Hemos firmado incluso acuerdos con alguna de ellas, por ejemplo con el CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad). Hemos incluido en nuestro programa electoral la mayoría de sus propuestas a todos los partidos, como cambios legales necesarios. Además, tratamos de adecuar nuestro compromiso con todos de manera que podamos integrarlo con aquello que nosotros hacemos, y por eso nos hemos comprometido a poner intérpretes de lengua de signos en todos los actos que celebremos. Igual hemos hecho con Ecologistas en Acción: excepto el punto de la caza, todo lo demás lo hemos incluido en nuestro programa.
En definitiva, nos hemos ido reuniendo con asociaciones ambientalistas, feministas y con todo tipo de asociaciones que trabajan en áreas distintas… Y todas aquellas propuestas que hemos considerado interesantes – que en la mayoría de casos han sido todas – las hemos ido incluyendo entre nuestras propuestas políticas para trasladar su trabajo de concienciación a la agenda política.
EP: Parece que en nuestra sociedad el número de personas que se declaran vegetarianos o veganos está en aumento. ¿Qué posición se mantiene dentro de PACMA respecto del consumo de productos de origen animal en la dieta?
LD: Lógicamente, no podemos exigir a nadie que nos apoye que sea vegetariano, pero las personas que tenemos un cargo en el partido somos veganas todas. Los candidatos en nuestras listas también. Es una cuestión de coherencia. No podemos pedir a alguien que vaya a un debate a defender los derechos de los cerdos en las granjas mientras se los va a comer después. Nosotros tratamos de que nuestro proyecto político sea coherente con lo que defiende. Antes he dicho que no confluimos con otros partidos porque vulneran nuestros principios. Somos muy fieles a lo que defendemos y a quienes nos apoyan. Por la misma razón consideramos que quienes representamos al partido tenemos que ser coherentes con ello, así que somos todos veganos.
EP: Por último, y por terminar con un tema de actualidad, ¿qué te parece que refleja en nuestra sociedad la existencia de tradiciones tales como la del Toro de la Vega (entre otras)?
LD: La sensación que nosotros tenemos es terrible porque además en concreto allí en Tordesillas la situación es tremenda. De verdad que no lo digo con ánimo de ofender, pero creo que es gente que no vive en la misma realidad que vivimos los demás. Festejos como el Toro de la Vega no hay ningún otro en nuestros país. Nosotros rechazamos todos los festejos taurinos, pero sabemos que no se percibe de la misma manera un encierro que el Toro de la Vega. A ojos de la gente no es lo mismo y por eso es incomprensible que algo así se siga perpetuando. De hecho, este año hemos visto que ha habido un movimiento político nunca visto hasta ahora. Esperemos que sirva de algo aunque solo sea por interés político.
Hoy en día no hay justificación contra el Toro de la Vega. Ni siquiera el propio alcalde lo justifica, y se limita a decir que es lo que quieren sus vecinos. Por eso no creemos que al Toro de la Vega le quede mucho tiempo. Pronto será noticia, y desde luego significará que sí se puede ir avanzando. Poco a poco, porque es tremendo tener que defender que prohíban algo así… Por eso yo creo que el Toro de la Vega refleja una sociedad que no vive en el mismo siglo que vivimos nosotros. No sé cuál es la razón exacta de que eso ocurra, pero no podemos esperar a que ellos razonen que el Toro de la Vega no está bien, porque además, no sé cuándo llegaría eso.
—
Notas
[0] La imagen del artículo está publicada en La Marea. Su uso en la presente web no tiene ningún propósito comercial.
[1] Sara Pastor Alonso es licenciada en Derecho y Políticas, especializada en derechos humanos a través del Máster Europeo en Derechos Humanos y Democratización (European Inter-University Centre for Human Rights, Venecia). Coordina el área de “Un Mundo con Derechos” en EcoPolítica.
[2] Ignacio Fresco es jurista, politólogo y co-coordinador del Área de Energía y Medio Ambiente de EcoPolítica.
[3] Javier Zamora García es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas. Acaba de finalizar el Máster en Pensamiento Social y Político en la Universidad de Sussex. Participa desde hace años en diversos movimientos sociales. Es coordinador del Grupo de Lectura «Cornelius Castoriadis» y co-coordinador del Área de Cultura Ecológica de EcoPolítica.