Política y Sociedad

Published on julio 12th, 2011 | by EcoPolítica

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Refundación verde en tiempos de mudanza

Por Fernando Llorente

Que el proceso de reunificación-refundación verde coincida con la emergencia de un nuevo ciclo de luchas sociales debería ser algo más que una feliz coincidencia temporal. Desde Túnez a Bahrein, desde Islandia a Grecia, desde Lisboa a China, pasando por las plazas y calles de la península está eclosionando una radical reinvención de las praxis políticas que recombina con fertilidad lujuriosa las más modernas tegnologías y saberes con las más antiguas y nobles aspiraciones democráticas, los nuevos modos de intervención política y las aspiraciones revolucionarias de tantos pueblos a lo largo de toda la historia.

La palabra democracia, así con minúscula, pronunciada en todos los idiomas ha recuperado su matriz revolucionaria; los conceptos de autonomía, de soberanía popular, de autodeterminación, de autoorganización, de autogestión, se han reactualizado en la reivindicación tan sensata de que lo político prime sobre lo económico… todo apunta a una refundación de la polis y de los procesos de emancipación individual y colectiva. La ciudadanía global está llegando a la mayoría de edad y en buena lógica reclama “todo el poder…, no ya para los soviets, sino para el ágora, para la asamblea, para tod@s. Se trata de un cambio profundo en la conciencia colectiva, el inicio o balbuceo de una revolución global, (o con ese acertado y elegante neologismo acuñado por el movimiento: re-evolución), un movimiento tectónico de la Inteligencia Colectiva que desembocará en articulaciones políticas insospechadas y novedosas.

Si los verdes quieren (y harían bien en querer) articularse con esta nueva insurgencia social, y repetimos: articularse con, y no intentar aprovecharse o instrumentalizar (eso el movimento no lo consiente), deberían contaminarse hasta la médula de los contenidos, las praxis, los modelos organizativos y dinámicas discursivas y hasta de la estética antipartidos del 15M. Y esto también por coherencia ecológica, en esta línea la organización de la ecología política deberá alejarse de los viejos modelos heredados del pasado, especialmente de la forma partido-burocracia-sindicato. Así, una concepción integral y radical de la democracia ha de impregnar no sólo los programas, sino también la vida interna de la organización y las estructuras de agregación y coordinación. Al igual que la biodiversidad es un bien en sí mismo en los ecosistemas naturales, la diversidad ideológica (y cultural, y lingüística…) es un recurso valioso para el ecosistema político verde y eso implica una profunda descentralización organizativa, un empoderamiento de los grupos locales o de afinidad, el cultivo de la confianza mútua, la promoción de una cultura del diálogo y la gestión dinámica de los disensos ideológicos y al mismo tiempo de la generosidad colectiva para edificar consenso programáticos… toda una nueva cultura organizativa en la que no caben los proyectos monolíticos y autorreferenciales, donde se acabó la sumisión a las cúpulas y el culto a la personalidad, “tod@s somos espert@s, pero tod@ somos prescindibles”.

El viento ha girado… hacia abajo, hacia la creatividad autoorganizativa de lo social, hacia el poder de la cooperación del trabajo vivo (material e inmaterial, pero sobretodo comunicativo), en este nuevo tiempo político se van a poner en cuestión muchas de las oposiciones binarias en que hemos andado atrapados y que han coartado la posibilidad de síntesis creativas y revolucionarias, por ejemplo la que ha opuesto a nacionalismo versus internacionalismo. Tanto en amplios sectores de la izquierda como en el seno del ecologismo es usual atacar a los nacionalismos centrífugos sin caer en la cuenta de que así se apuntala (quizá inconscientemente) al otro nacionalismo peninsular. El centrípeto. Extraña sobremanera que los que defienden al oso y al lince de la extinción no defiendan con tanta pasión el bable, el euskera o el galego o el derecho de autodeterminación de cuelesquiera comunidad política que así lo desee. Porque la diversidad es un valor, y la diversidad cultural, étnica, nacional, etc son patrimonio de tod@s. Una posible línea de fuga de esta oposición binaria es que para ser internacionalista hay que ser primero nacionalista y viceversa!. Otra triste coincidencia con el nacionalismo español es que en nuestro proyecto verde ignoramos soberanamente a la otra nación con la que compartimos “nicho ecológico”, la cuenca de los grandes ríos atlánticos, etc: Portugal. Una red verde ecovirtuosa y eficiente debe tender puentes organizativos y programáticos (afectivos) al otro de la artificial raya, y desde su asamblea constituyente Equo debería contar con las redes verdes portuguesas. En lo ideológico-programático la idea de una Confederación Ibérica es otra línea de fuga de la monarquía, del centralismo, del monolingüismo, que puede ser muy fértil políticamente y en cualquier caso es muy razonable ecosocialmente.

Otra oposición binaria que genera dificultades en el discurso verde es la de derecha versus izquierda,que es una representación del espacio político que hemos heredado de como se sentaban en la Asamblea Francesa los representantes populares en función de su moderación o radicalidad revolucionarias. Cierto es que en este régimen nuestro “que llaman Democracia y no lo es” se ha manipulado este binomio a la vez que se ha vaciado de contenido real (sobretodo en lo económico), y no es extraño que cause repulsión. Pero más allá de su perversión o manipulación los conceptos de izquierda y derecha tienen todavía mucha consistencia teórica, moral y sociológica y así la ecología política es incompatible teórica y moralmente con el racismo, el sexismo, el fanatismo religioso, el autoritarismo, el neoliberalismo y el conservadurismo moral que caracteriza en mayor o menor grado a todas las derechas. Por contra la ecología no sólo asume y contiene las aspiraciones clásicas de la izquierda en cuanto a justicia social, libertad individual y colectiva, solidaridad, fraternidad, paz entre los pueblos, etc, sino que viene a renovar, ampliar y trascender todas estas nobles y universales aspiraciones humanas al incorporar nuevos derechos (justicia ambiental, soberanía alimentaria…) e incorporar nuevos sujetos: las generaciones venideras, las otras especies, la Tierra. Se entiende el hastío y hasta la rabia que provoca la izquierda cuando esta ha acabado identificada o bien con el infierno autoritario del comunismo real o bien con los traidores de la socialdemocracia (recordad la Otan, el Gal, o el más reciente giro neoliberal de mayo de 2010), pero hay que recordar que hubo y hay otras izquierdas: la libertaria, la demócrata radical, la autogestionaria, la marxista heterodoxa, la feminista, la autónoma… y sería un grave error no recoger sus todavía fértiles frutos y experiencias. Un compañero lo resumía en un mitín de Ecolo en Villanueva de la Vera: “el PP está a la derecha, el PSOE… también, nosotr@s estamos a la izquierda”.

El proyecto político de los verdes ha de evitar el electoralismo, el cortoplacismo y las maniobras oscurantistas (en este tiempo todo ha de ser transparente) y ser en sí mismo una escuela de democracia en coevolución con su entorno: los movimientos sociales críticos. El ciclo político ha cambiado, se están desmoronando las hegemonías políticas heredadas de la transición y al tiempo las multitudes se echan a la calle al margen de sindicatos, partidos y grupos minoritarios. El colapso del sistema económico y del proyecto europeo no ha hecho más que comenzar y l@s que queramos aportar nuestros recursos humanos, afectivos y políticos a esta revolución global hemos de estar tan abiert@s a los constantes avances de la Inteligencia Colectiva, como cerrados a los cantos de sirena de las viejas políticas de la representación, de la delegación, de las estructuras jerárquicas, del gobierno sin (y contra) el pueblo. Porque el viejo lema cátaro Omnia Sunt Communia (todo es de tod@s) se ha reactualizado dramaticamente en la brutal crisis ecológica por la que nos despeñamos y porque los aún más viejos sueños y desvelos de Pericles y los demócratas atenienses cabalgan con renovado brío en las redes y toman las plazas como primera estación para asaltar el cielo.

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