Published on junio 7th, 2009 | by EcoPolítica
0¿Hay una ecología política del Sur de Europa? Algunas reflexiones sobre el caso español
Por Ángel Valencia Sáiz [1]
Las próximas elecciones europeas de junio de 2009 constituyen un importante test para los partidos ecologistas europeos. Desde un punto de vista electoral, la cuestión para el Grupo Verde Europeo sería superar los resultados de las elecciones anteriores en las que obtuvieron 34 escaños, es decir, un 4,6% de los 732 escaños que componían entonces el Parlamento Europeo. Sin duda, en la coyuntura actual sería un magnífico resultado alcanzar el 5% de los escaños después de la cita electoral de junio en una Unión Europea constituida por 27 miembros. De hecho, el análisis de la participación de los partidos ecologistas en las elecciones europeas, desde 1979 hasta 2004, muestra una tendencia de un moderado crecimiento y consolidación del voto verde [2]. Se trata de un fenómeno interesante teniendo en cuenta la peculiaridad de estas elecciones, los altos niveles de abstención, la juventud de este tipo de partidos formados en muchos casos a finales de los setenta. Sin embargo, la perspectiva de un moderado avance de los partidos verdes en las próximas elecciones europeas se puede ver ensombrecida por la grave crisis económica que padecemos. Así, lo que los partidos verdes europeos se juegan ante la cita electoral de junio es cuál es la estrategia más adecuada para obtener una mayor representación política.
En cualquier caso, y más allá de este candente desafío político, lo que el presente reclama es hace falta es una reflexión sobre el papel que la ecología política juega en Europa ante la crisis ecológica y económica global que sufrimos. Esto implica, por un lado, admitir que los países del Norte y del Sur de Europa presentan distintos niveles tanto de desarrollo y extensión de los valores verdes en la ciudadanía como una distinta influencia y éxito político de los movimientos y partidos verdes. Hay, pues, una Europa verde asimétrica o de dos velocidades o también una ecología política del Norte y del Sur de Europa. El caso español sería una buena muestra de ello, un país en el que la ecología política presenta diferencias con respecto a otros países europeos de nuestro entorno. Esto se manifiesta en varios aspectos: una menor conciencia medioambiental en la ciudadanía, una política medioambiental meramente adaptativa a las exigencias de la política comunitaria, una influencia pequeña de los movimientos verdes en la sociedad y en el proceso de toma de decisiones de la política medioambiental y, por último, una serie de intentos abocados por ahora al fracaso de vertebrar un partido ecologista con un nivel de representación y presencia institucional similares a los de otros países europeos.
Las razones la debilidad de la ecología política en España son complejas pero son de dos tipos: por un lado, las resultantes de los problemas y evolución del ecologismo español y, por otro lado, las que tienen que ver con el propio desarrollo de los movimientos sociales y del sistema político en la transición. Así, por ejemplo, uno de los principales problemas del ecologismo español ha sido “la constante ambigüedad ideológica de la mayor parte del movimiento ecologista, tan diverso y multiforme, aunque sus planteamientos teóricos y prácticos hayan sido forjados en el entorno de la izquierda. Hasta en el periodo de mayor politización (1970-1982), el ecologismo español ha sido reticente con los partidos políticos y, cuando un sector minoritario decidió constituirse en opción electoral (Los Verdes, 1983), contó con escasas simpatías entre sus compañeros, al contrario de lo ocurrido en otros países europeos” [3].
La división del ecologismo español y falta de un liderazgo claro han sido factores fundamentales que han impedido aglutinar su heterogeneidad ideológica y su dispersión organizativa dentro de una estrategia política unitaria, en concreto, un partido verde. Además, la transición democrática llevó a cabo un proceso de debilitamiento de los “nuevos movimientos sociales”, influido por el propio proceso de consolidación de los partidos políticos del nuevo régimen democrático. Este contexto, no era tampoco el adecuado para el desarrollo del discurso político alternativo que requiere de un partido verde y que ha sido ocupado, en todo caso, por Izquierda Unida (IU). Por último, el sistema político español ha dificultado el desarrollo de los movimientos y de los partidos ecologistas: ni el sistema electoral ni el propio desarrollo de los movimientos sociales en torno a luchas puntuales ha favorecido el desarrollo de un partido verde en nuestro país con un espacio político propio.
En consecuencia, y por las razones señaladas más arriba, uno de los elementos característicos del ecologismo español ha sido hasta ahora el fracaso de impulsar un partido verde con un espacio político propio. Por el contrario, lo que ha definido la ecología política en nuestro país es una orientación ecosocialista, dando lugar a una serie de experiencias políticas fruto de una política de alianzas. En el plano teórico, la obra de Manuel Sacristán ha sido fundamental para entender su desarrollo posterior de esta escuela de pensamiento en otros autores recientes como, por ejemplo, Jorge Riechmann. Una de las razones posibles de este fenómeno se debe a una serie de factores históricos derivadas del cambio político democrático en nuestro país. “En el caso español, la hegemonía ecosocialista corresponde más bien a factores históricos y locales, como la llegada tardía de la democracia y el papel de los partidos comunistas en la lucha antifranquista y en la transición, así como en la posterior estructuración de los movimientos transformadores. Estos factores desembocaron en una debilidad orgánica del movimiento verde –reforzada por cuestiones nacionales, una fuerte división interna y la dificultad de representar la correa de transmisión política del movimiento social ecologista- y en el desarrollo de una potente escuela ecosocialista” [4].
Sin embargo, el fenómeno de la izquierda verde en Europa adquiere una dimensión nueva, tal y como he afirmado en otro lugar, y “es tanto una renovación de sus fundamentos teóricos como una convergencia política entre la izquierda y los partidos ecologistas, lo que ha dado lugar a una serie de experiencias de participación en los gobiernos a nivel local, regional o nacional, desde la década de los noventa hasta la actualidad. Se trata de un complejo cambio en las relaciones entre la izquierda tradicional y la política verde dentro de un novedoso proceso de convergencia entre el ecologismo y el socialismo que es el resultado, por un lado, de una política de alianzas entre partidos socialdemócratas y partidos ecologistas que han dado lugar a una serie de experiencias de los verdes en el gobierno y, por otro, la de una serie de partidos que provenían de la tradición comunista y han evolucionado hacia fuerzas políticas rojiverdes y que han establecido también nuevas alianzas con fuerzas políticas de la izquierda o con partidos verdes” [5]. La referencia en Europa son las experiencias de participación de los verdes en el gobierno, sobre todo, el gobierno rojiverde alemán de 1998 a 2005. En el caso español se en las experiencias vascas y andaluzas de Los Verdes con Izquierda Unida o el PSOE, el caso balear con Els Verds y el Pacte de Progres y, finalmente, el caso catalán con ICV como un partido rojiverde dentro del gobierno tripartito. En síntesis, el dominio político e ideológico del ecologismo en nuestro país parece definido por la izquierda verde. Sus resultados políticos constituyen un avance interesante pero, no obstante, débil e inestable: una presencia testimonial en el parlamento nacional junto con una participación en algunos de los gobiernos locales y autonómicos.
Ante esta situación, el dilema de la ecología política en España es optar por un espacio político dentro de la izquierda verde y caracterizado por la política de alianzas o, por el contrario, buscar un espacio político propio que haga viable un partido verde como una fuerza política autónoma y con un discurso claramente diferenciado de las otras fuerzas políticas. En este último caso, la europeización del espacio ideológico y político constituyen razones para sostener “la existencia de un modelo autónomo de ecología política. Así, la fuerte evolución del ecologismo en los países del Este, las coaliciones de centro-derecha a escala nacional en Irlanda, Finlandia o la República Checa, la dinámica de unión de los ecologistas en Francia, la persistencia de una dinámica en el Estado español en busca de un espacio propio y el amplio debate ideológico que agita el movimiento verde europeo acerca del liberalismo o del margen de actuación dentro del sistema capitalista nos incitan a reabrir el debate en torno a las relaciones entre ecologismo, socialismo e izquierdas y pensar en sus implicaciones prácticas” [6]. En cualquier caso, cualquier elección estratégica es complicada en este momento histórico y, desde luego, no tiene garantizado el éxito ni a corto ni a medio plazo. La razón fundamental es que la ecología política hoy no sólo se enfrenta a la crisis ecológica, su referente habitual, sino también a la crisis económica mundial que estamos padeciendo en estos momentos. Esto complica la búsqueda de un espacio político propio y, por tanto, saber cuál es la elección estratégica más idónea.
En efecto, a la crisis ecológica se une ahora la reciente crisis económica mundial. Una vez más, la urgencia de la economía puede hacernos olvidar la gravedad del medio ambiente, la prioridad del crecimiento económico en detrimento del desarrollo sostenible. Así, uno de los dilemas del presente es si la crisis económica constituirá un obstáculo o una oportunidad para alcanzar una sociedad sostenible. En mi opinión, hay que pensar en fórmulas inteligentes que impliquen una oportunidad para abordar simultáneamente la crisis económica y ecológica que padecemos. Joan Martínez Alier, una de las voces de mayor prestigio nacional e internacional de la economía ecológica, afirma acertadamente que “parece aconsejable un keynesianismo verde que aumente la inversión pública en conservación de energía, en instalaciones fotovoltaicas, en transporte público urbano y rehabilitación de viviendas, en agricultura orgánica. Pero no lo parece continuar en la fe del crecimiento económico. En los países ricos debe darse un ligero decrecimiento económico que sea socialmente sostenible” [7]. Esto implica, por un lado, que la economía decrezca en términos materiales y de consumo energético y, por otro, una oportunidad para cambiar nuestro modo de vida. Un keynesianismo verde acompañado de un decrecimiento sostenible puede ser una salida de la crisis económica que conduzca hacia una sociedad más sostenible. Hay síntomas de ese keynesianismo verde en las primeras medidas tomadas por el nuevo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama [8] al impulsar una “economía de la energía” que implica como principales medidas, por un lado, una apuesta por las energías renovables y, por otro, una norma de limitación del consumo de gasolina y de reducción de emisiones aplicable a los nuevos modelos de automóviles para el 2011. La idea es crear una nuevo motor económico que cree empleo y luchar contra el cambio climático –del que también se espera un giro profundo de la política internacional norteamericana anterior a través de una “coalición climática” que implique la ratificación del Tratado de Kyoto por Estados Unidos sino también de China y la India -.
En este contexto, el papel de la ciudadanía resulta fundamental para la consecución de una sociedad sostenible. El espacio político de la ecología política debe de partir de ideas como la del “decrecimiento sostenible” pero además debe de contribuir a potenciar la conciencia medioambiental y políticas medioambientales que intenten resolver los problemas ecológicos del presente como, por ejemplo, el cambio climático. Además, y tan importante como lo anterior, los movimientos y partidos verdes deben de actuar firmemente elaborando propuestas que aborden estos problemas pero también deben de trabajar seriamente en el ámbito de la ciudadanía para cambiar los hábitos de consumo y el estilo de vida de nuestras sociedades. Aunque el discurso político del ecologismo se ha introducido en los partidos políticos tradicionales y dentro de las políticas medioambientales, el Estado no es suficiente para conseguir los cambios en la vida cotidiana de los ciudadanos que son fundamentales para la consecución de la sostenibilidad.
Evidentemente, los países de la ecología política del Norte lo tienen más fácil que nosotros. En nuestro país, la conciencia medioambiental de los ciudadanos está todavía lejos del compromiso y la obligación hacia estos cambios de hábitos de otros países europeos. Asimismo, a lo largo del artículo, se ha argumentado que el caso español presenta un modelo próximo a lo que hemos denominado una ecología política del Sur de Europa, caracterizado por una baja representación política, un camino difícil y con algunos resultados en las políticas locales y regionales de algunas comunidades autónomas a través de alianzas inestables dentro de lo que hemos denominado una izquierda verde o marcadamente ecosocialista. El desafío es todavía más complicado con la convergencia de la crisis económica global junto a la crisis ecológica. Sin embargo, la ecología política en nuestro país debe de afrontar esta coyuntura como una oportunidad histórica para seguir dando pasos en la consolidación de un espacio político propio.
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Notas
[1] Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga.
[2] Un análisis más amplio de la evolución de los partidos ecologistas en Europa en las elecciones europeas, desde 1974 a 2004 en VALENCIA SÁIZ, A., La izquierda verde y los partidos ecologistas, en A. VALENCIA SÁIZ (Ed.), La izquierda verde, Icaria, Barcelona, 2006, p. 190-197.
[3] FERNÁNDEZ, J., El ecologismo español, Alianza, Madrid, 1999, p. 9-10.
[4] MARCELLESI, F., Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, 2008, nº 85, p. 15.
[5] VALENCIA SÁIZ, A., Introducción: Izquierda sí, pero sostenible” en A. VALENCIA SÁIZ (Ed.), La izquierda verde, Icaria, Barcelona, 2006, p.
[6] MARCELLESI, F., Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, 2008, nº 85, p. 10
[7] Joan Martínez Alier, “Decrecimiento sostenible”, en Sur (Suplemento Dinero y Empleo), 8-2-2009, p. 16.
[8] Véase, El País, 27-1-2009, pp. 1-3.